13.

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  SUCESOS INESPERADOS
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Para cuando el caos en la casa había cesado, y todas nosotras nos hallábamos con nuestras extremidades intactas, nos dimos cuenta de que Beth se había marchado furiosa.

Si bien no podría ir muy lejos, el frío en esta época del año no era nada agradable, por lo que estábamos constantemente observando por las ventanas, e incluso ya empezábamos a considerar la idea de ir tras ella.

Alguien golpeó la puerta y las cuatro nos aventuramos enseguida, con la ilusión de que fuera nuestra hermana.

Pero no era ella. Definitivamente no lo era.

—¿Las señoritas March?—preguntó un joven inclinando la cabeza en modo de saludo.

Atónitas, ninguna pudo si quiera espetar una palabra, solo asentimos intentando descifrar que diantres estaba ocurriendo.

—Este es un envío de parte del Señor James Laurence. Tenemos ordenes claras de instalar el objeto en donde ustedes lo consideren más adecuado y conveniente.

"Objeto"

Tu llamas "objeto" a una pluma, a una silla o incluso a un sofá, pero no a un gigantesco pianoforte, de madera pulida a la perfección y notoriamente más costoso que todas nuestras pertenencias juntas.
A eso lo llamas "Obra magnífica creada por los mismísimos angeles".

Lo primero que cruzó por mi mente fue que era un error, un descuido; seguro habían confundido algunos números de la dirección y por eso había acabado aquí. Sino, ¿Qué otra explicación lógica había para que los Laurence nos regalaran semejante instrumento?

—Lo lamento, ¿Cómo dice?—preguntó cordialmente Meg.

—El señor James Laurence les envía esto, y nos pidió instalarlo por ustedes—repitió con calma sin denotar ápice alguno de impaciencia.

—Por supuesto, sepa disculpar nuestro desconcierto, por favor, adelante.

Todas nos hicimos a un lado permitiéndoles entrar. Una vez que los jóvenes ya nos estaban dando la espalda, Meg nos fulminó con la mirada como para que reaccionáramos y dejáramos de mirarlos como si fueran criaturas de otro universo.

—¿Nos hemos olvidado de algún cumpleaños?—le susurré a Jo.

—No que sea de mi conocimiento, sin embargo jamás he visto a nadie que fuera por el mundo regalando pianos a las personas así sin más— hizo una pausa pensando—. ¿Acaso crees que sería muy descortés pedirles que nos obsequien unos cuantos libros también?

Solté una risilla.

—No tan rápido, si Jo les pedirá libros, yo quiero que me obsequien la pintura que decora su salón—intervino Amy también susurrando.

—Por supuesto, de paso podríamos pedirles que nos dejen su casa ¿no creen?—Meg nos sorprendió de la nada, haciendo que las tres diéramos un brinco—. No sean codiciosas, que el señor Laurence ya ha hecho muchas cosas por nosotras y debemos estar más que agradecidas con él.

Asentimos comprendiendo.

—Aún así, sostengo la idea de que un par de libros no le haría mal a nadie.

Meg clavó su mirada en mi.

—De acuerdo, de acuerdo, nada de libros—levante las manos en un gesto de inocencia.

LITTLE WOMEN|| 𝑚𝑎 𝑏𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟𝑖𝑛𝑒Where stories live. Discover now