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LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA
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Espalda recta, mentón en alto, empeine y punta del pie estirados, movimientos exactos, brazos extendidos; ser delicada pero segura, sin denotar ápice de fatiga.

La misma melodía sonaba una y otra vez, mientras repetía los ejercicios de barra. La tía March se aseguraba de volver a colocar el disco de vinilo cuando la pieza llegaba a su fin, extinguiendo toda posibilidad alguna de que pudiera tomar un descanso.

Según ella, debías practicar hasta ser perfecta, ya que la perfección era la clave del éxito. Y créanme cuando les digo que la Tía March no acepta nada que se parezca a una falla.

Claro que no es información nueva, pero ahora empiezo a comprender que nada la complace con tales estándares, mucho menos yo y mis pies magullados de tanto girar.

Debo admitir que estos últimos días aquí no han sido tan malos como Amy y yo suponíamos. Es exigente y rigurosa, y su cara se torna en una mueca de disgusto la mayor parte del tiempo. Como cuando vio que no tenía zapatillas de ballet y debía hacerlo descalza o cuando Amy acabó con toda su falda manchada de pintura.

Sin embargo, su rutina era básicamente permanecer en el sofá tomando el té o en su alcoba durmiendo, por lo que el tiempo de "calidad en familia" era bastante reducido.

A pesar de todo Amy, había encontrado el tiempo para jugar con los antiguos vestidos de la tía March y su joyería, hallando un anillo turquesa que había capturado su atención de inmediato.
Estaba decidida a quedárselo, y creía que si se comportaba de manera "adecuada", nuestra tía se lo daría como recompensa.

Aunque en mi opinión, podría habérselo robado y la anciana no se hubiese percatado. Claro que Amy se ofendió dramáticamente por tan solo atreverme a insinuar tal cosa.

Beth seguía enferma, el doctor de los Laurence se estaba encargando de ella; según él, su estado era grave, no crítico, pero aún así no eran las buenas noticias que esperábamos recibir.

Laurie, por su parte, me había mandado una carta diciendo que sentía enormemente no poder haber estado allí cuando todo esto sucedió, y que iba a regresar de inmediato. Le respondí diciendo que no hacía falta, pues no quería que abandonara sus deberes en la ciudad solo para venir a reconfortarnos.

Su abuelo le había encomendado algunas negociaciones y tareas para que hiciera en su nombre y de paso se fuera abriendo camino para un futuro empleo. Laurie accedió a regañadientes, protestando hasta el último segundo.

  "¿Por qué voy a necesitar la ayuda de ancianos holgazanes para conseguir algo en esta vida?, si ellos no hacen más que ahogarse en humo de cigarros y beber hasta estar inconscientes"

Sus palabras, no la mías.

Más no tuvo otra opción que aceptar. Lo que me dejó algo desamparada, y me hizo llegar a la conclusión de que él era mi único amigo. Además de mi familia y los Laurence, no tenía a nadie más.

Eso era triste teniendo en cuenta que llevaba toda mi vida viviendo en el mismo pueblito olvidado de Massachussets.

Por lo que  me propuse entablar nuevas amistades. Así fue como conocí a Grace, una joven castaña de mi edad, sobrina de la señora de la panadería. Ella estaba reemplazando a su tía, que se había resfriado, cuando la la Tía March me encargó ir al mercado a comprar más hogazas de pan.
Nos hicimos amigas de inmediato, intercambiando comentarios y chistes, conversando sobre nuestras familias, lo que nos gustaba hacer, entre otras trivialidades.
Ella quería conocer cuantos lugares pudiera antes de sentar cabeza, por eso les había propuesto a a sus padres que la dejaran vivir un año con su tía y ayudarla en el negocio, para demostrarles que podía hacerse cargo por ella misma y trabajar para ganarse la vida.

LITTLE WOMEN|| 𝑚𝑎 𝑏𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟𝑖𝑛𝑒Where stories live. Discover now