Epílogo

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Sentí la brisa en mi piel y solo allí caí en la cuenta de donde estaba y lo que había hecho

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Sentí la brisa en mi piel y solo allí caí en la cuenta de donde estaba y lo que había hecho.

Sonreí al ver a Damián hablando con unos amigos, se reía de algo de manera despreocupado a su estilo.

No había tanta gente en la finca, gente cercana a nosotros, amigos y familiares.

Se giró a mirarme y se bajó los lentes de sol al puente de la nariz, me guiño el ojo y le lancé un beso.

Me había casado ese día. Y aunque ya habíamos convivido unos meses antes ese día supe que por fin había hecho las cosas bien.

Admito que tenía mucho miedo antes de irme a vivir con él y en verdad que la realidad no era tampoco color de rosas, pero uno se adecuaba.

Caminó hacia mí y se sentó a mi lado.

Acarició sutilmente mi cabello y cerré mis ojos sintiendo su tacto.

—¿Eres feliz?— me preguntó.

Y me quedé pensando en la pregunta.

Cuando conocí a Damián evidentemente yo no tenía idea de todo lo que iba a pasar luego, de lo malo y de lo bueno y ciertamente si sabía todo lo bueno que iba a pasar con él ni que en el momento que estuvimos separados que el amor no iba a morir no hubiese llorado tanto antes.

Cuando nos separamos había pasado por todas las etapas y cuando los meses se convirtieron en años me comencé a preguntar por qué no conseguía olvidarlo, ya ni siquiera lo buscaba, pero cuando recordaba su rostro todo mi ser se llenaba de amor nuevamente y sacar esa sensación no la conseguía en días.

Más tarde descubrí que su amor tenía como una especie de inmunidad, se negaba a morir.

Se negaba a irse y se atajaba de lo que sea: de los recuerdos, de su aroma, de su risa contagiosa. Y nunca moría.

Cuando lo conocí comencé a replantearme el significado de ser feliz y me di cuenta de que había vivido en una burbuja de resentimiento pensando cosas que al presente eran juicios equivocados. Odiaba a personas que no llevaban culpas, vivía con miedos sin sentido.

Y perdí mucho tiempo de mi vida viviendo así. Cuando en ese tiempo perdido pude haberme superado y ser mejor persona. Aunque tampoco borraría ninguna cosa sucedida si no, en ese momento no estaría casada por ejemplo.

Y sí, siempre había sido feliz, de alguna manera, yo sabía que sería feliz, no sabía cómo, pero pasaría y no me daba cuenta de que siempre lo había sido, pero le daba importancia a cosas equivocadas.

Damián vino a sacarme esa venda de los ojos. No había un día en que no me levantase escuchándolo tararear alguna canción para no mi desconocida, no había un día en que no me matara de risa con alguna cosa que él decía.

Y cuando me planteó la boda me quedé pensando si me iba a equivocar, nuevamente.

Pero me gustaría equivocarme en ese ambiente con él.

La vida llevaba equivocaciones.

Y yo fui muy injusta conmigo misma privándome de nuevas experiencias por miedo.

¿Por miedo a qué? Ni idea.

—Siempre he sido feliz, pero ahora lo soy más contigo— respondí y besó mis nudillos.

Definitivamente era a su lado con quien quisiese pasar mis últimos días.

Nahir | Completa |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora