Algo de fortuna

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Algo de Fortuna


La fogata ardía con desdén en el centro de un claro rodeado de pinos y robles altos y frondosos. El sol se elevaba sobre el terreno a medida que la mañana trascurría, sin embargo, la luz apenas llegaba al suelo del bosque, pues una penumbra oscura se resignaba a abandonar su puesto.

Cuatro jóvenes se encontraban allí, rodeando la fogata que permanecía encendida hace casi una hora.

Gia, acurrucada al lado del fuego, estática, aferrando su brazo izquierdo con su otro brazo, debatiéndose entre el sueño y el dolor, dormía. Evan, sentado alejado del fuego, al otro extremo, pensaba en lo que le deparaba, observaba con curiosidad aquellos dos jóvenes que se encontraban frente a la fogata debatiéndose en qué decisión tomar a continuación. A pesar de la distancia y el rubor de las llamas, pudo escuchar los susurros que intercambiaban.

—¿Cómo está? —preguntó Elijah preocupado.

—No lo sé, está cansada y adolorida —dijo Minos luego de comprobar los nuevos vendajes que le había colocado alrededor del brazo y del hombro—. Creo que no se le ha roto el brazo, tal vez tenga alguna fractura y el hombro se encuentra fuera de lugar. Esperaremos a que se encuentre mejor para acomodarlo.

—Es la mejor opción… espero que resista.

—¿Qué hacemos con ese estúpido inferior? —preguntó Minos en un susurro rabioso sin importarle que lo escuchara—. Deberíamos acabar con él, culpa suya estamos aquí.

Elijah meditó unos segundos mientras su rostro serio se perdía en la danza de las llamas.

—No, Gia se encuentra en ese estado por culpa suya, sí, pero creo que ha decidido rescatarlo por algún motivo que desconocemos… dudo que sea buena idea deshacer todo ello.

—No me importa… ¡Ese infeliz! Solo nos ha traído problemas —dijo aún más enojado—. Debería de asesinarlo ahora.

—Cálmate… estamos en un problema, nos culparán por traición…

—¿Traición? No saben que fuimos nosotros.

—Yo apostaría a que sí ¿Cuánto piensas que tardaran en ir a nuestras cabañas y descubrir que no estamos allí? Y, además, el director Torec desconfía de nosotros, sin hablar del fuego.

—¿Fuego? Tal vez podríamos explicarlo.

—¿Piensas que hay alguna posibilidad de que nos crean? —preguntó Elijah con un rostro irónico a la vez que alzaba los ojos y miraba a Minos.

—No… —respondió arrepentido—. ¿En qué pensábamos? —concluyó apenado.

—En Gia… supongo.

*

Aún la noche permanecía desfalleciendo a las afueras de la cabaña. La luz de las lámparas, apoyadas sobre la pequeña mesa rodeada por dos sillas enfrentadas, les daba un aspecto oscuro y tétrico a los rostros de los dos jóvenes sentados. Luego de que Elijah le contara todo lo ocurrido con Gia y el director Torec, Minos habló:

—Es extraño —soltó confundido.

—Lo sé… creo que el director sospecha de mí o de los tres, no lo sé. Es un hombre aterrador.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now