Un abrigo de lana

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Un abrigo de lana


Los días pasaron lentos y calmados, los jóvenes privilegiados durmieron en una pequeña cabaña, ubicada en el extremo oeste del poblado. Al principio se encontraron con un dilema, tenían que trabajar por primera vez en sus vidas.

Tom, chico delgado, pero de brazos fuertes, había tocado la puerta de la cabaña e hizo frente a los tan terroríficos privilegiados. Estos lo observaron como desde lejos, sin embargo, Joseph, que se encontraba con ellos, los persuadió para que aceptasen.

Las tareas eran sencillas, barrer el puerto, alimentar las grandes fogatas con cuidado, dar de comer a los pocos animales que se criaban en corrales escondidos en las paredes de rocas y demás tareas sencillas, los jóvenes de forma torpe y desganada las realizaban sin peros, excepto Evan, quien, al no ser un privilegiado, era tratado con más respeto, no obstante, este decidió por cuenta propia ayudar en lo que podía.


Y así lo hizo, al principio comenzó a realizar tareas similares a sus compañeros, sin embargo, este mostraba real interés en ayudar y prontamente Silver, capitán del puerto, se vio obligado a reclutarlo como marinero en una misión de pesca, pues uno de sus subordinados debió de asistir con urgencia al nacimiento de su bebé.

Pues así fue como Evan ganó un puesto a bordo de la nave, el barco de dos metros de ancho y diez de largo, contaba con dos mástiles que se encontraban ubicados en el centro del navío de los cuales se desplegaba una larga vela blanca.

El puerto era simple, una construcción algo grande comparado con las demás, ubicada en el extremo rocoso que daba contra el golfo. Allí se extendía un largo muelle de por lo menos veinte metros de largo y tres de ancho. El poblado contaba con un barco viejo y tres barcazas pequeñas en las que salían de pesca o a recolectar diferentes recursos. Los navíos entraban y salían por un largo trayecto de cueva marina hasta que daban con una gran pared de roca impenetrable, sin embargo, esta estaba envuelta en arneses y cables conectados a poleas de acero negro. Gracias a este mecanismo novedoso los habitantes podían abrir y cerrar la entrada a gusto y así poder mantenerse escondidos de la pequeña pero aterradora Wakmar.

Si bien el poblado contaba con un sistema simple para evitar ser visto, también conocían con gran detalle los distintos tiempos y días en los cuales los privilegiados navegaban por aquellas aguas turbulentas. Wakmar estaba alejada de Puerto Oculto, sin embargo, desde la salida del puerto, se podía apreciar de manera reducida a la isla, como un punto negro en un gran lienzo blanco.

Las expediciones eran rápidas y sigilosas, salían de noche y volvían cuando el alba amenazaba con delatarlos, en casos extremos, eran obligados a navegar hasta la costa del oeste para esconderse en un refugio cuando las condiciones se volvían demasiadas arriesgadas. No obstante, a sus esfuerzos, a medida que los años transcurrían los riesgos aumentaban y muchas veces fueron vistos por barcos enemigos, perseguidos y capturados para nunca regresar. Muchas teorías se formulaban entre los habitantes del poblado, una de las más famosas y probables era que los habitantes capturados eran llevados a Wakmar para servir y ser esclavos. Esto llenaba de terror y pena a los habitantes, por lo que cada vez que ocurría un “atropello”, pues así se referían a la captura de los suyos, se reunían y hablaban recordando a los capturados con el temor de que alguno diera la ubicación del puerto. Pero los habitantes eran gente honesta y honrada, jamás delatarían a su pueblo, aunque esto significara la muerte.

Ya contaban una semana y pocos días desde que los jóvenes vivían allí, los habitantes comenzaban a ignorarlos, como si el hecho de que estén ya no tuviera relevancia, aunque la tenía y mucha. La gente, bondadosa y pacífica, no era capaz de castigarlos por más tiempo, ya que trabajaban arduamente en el poblado y no alteraban la paz ni tampoco el orden, por lo que poco a poco dejaron de verlos como una amenaza latente, sino más bien como viajeros desconocidos. Sin embargo, Evan empezaba a marcar su nombre en aquel poblado, ya que él era un joven capaz y experimentado, trabajaba durante varios días seguidos y tan solo descansaba algunas horas entre jornadas, los jóvenes privilegiados lo veían poco y hasta lo echaban de menos cuando se encontraban rodeados de los habitantes, como si el hecho de ser amigo de un inferior le diera algún tipo de inmunidad frente a ellos. Evan trabajaba codo a codo con Silver y sus camaradas, Tom y cinco hombres altos y fuertes.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now