Una pequeña presentación

247 77 15
                                    

Una pequeña presentación


El anciano se encontraba escribiendo en uno de los muchos pergaminos que yacían esparcidos por todo el sótano, cuando lo escuchó.

Allí, donde los rayos de luz generados por el hogar no alcanzaban, allí, donde la oscuridad reinaba en absoluto. Allí fue donde el crujido silenció cualquier otro sonido de la vieja sala. Este fue lento y prolongado, pero no muy ensordecedor, más bien, aquel extraño sonido le era tan similar al ruido que genera un hueso al romperse, que no pudo evitar estremecerse. Sin embargo, este estremecimiento no fue generado por el ruido en sí, sino que la causa era lo que irradiaba terror. Aquel sonido era bien conocido por el anciano y escucharlo otra vez se le hacía insoportable.

En medio de aquella penumbra algo se movió, pero en realidad no había nada más que vacío, no obstante, algo se había movido, como el movimiento vertical de un parpadeo. Luego de un instante, aquel movimiento se detuvo y, en cambio, dos pupilas de un color tan intenso como el mar, brillaron en medio de la negrura.

El anciano exhaló con frustración.

—Te recuerdo que has prometido no traer guerra a mi hogar —sentenció con seriedad sin voltear.

—Oh, compañero… me temo que estás un poco confundido sobre el motivo de mi visita —respondió una voz muy áspera y grave, pero elegante y melódica en partes iguales. Aquella voz era realmente espeluznante.

El anciano molesto, posó los ojos en el fuego del hogar antes de responder, como pudiendo ver más allá.

—Entonces habla, pero cuida tus palabras…

—Viejo amigo… —empezó a decir aquella voz proveniente del rincón donde los ojos brillaban con luz propia.

—Nos conocemos hace tiempo, sí, pero me temo que nuestra relación ha dejado de ser aquella que tanto mencionas —lo interrumpió.

—Entiendo… —soltó con frialdad la voz—. Permíteme comentarte el verdadero motivo de mi visita.

—Pues habla de una vez —decía a cada segundo más irritado el anciano.

—Tengo vagas sospechas… seguro ya sabrás sobre qué, pero no te haré perder más tiempo, viejo compañero. Estoy al tanto de que insistes en que nuestra camaradería se ha roto, sin embargo, yo no lo creo así… Tan solo no hemos distanciado y aquí estoy, para llegar a un pequeño acuerdo de fe, que hará volver un poco más nuestra confianza —soltó de corrido la voz como dando un discurso.

—No tengo ni la más mínima intención de ceder hacia tus convicciones, pero, ya que te has válido de coraje para interrumpirme, habla y hazlo con elocuencia.

—Iré al grano de una vez —soltó la voz sin tanta elegancia y con un extra de firmeza—. En tú… ¿Acogedora… Cabaña? Así le dices tú, ¿no es así? ¡Cómo sea! Tienes algunas visitas que han arribado allí sin tu consentimiento, si tú, camarada, las intensivas a retirarse, yo estaré sumamente agradecido.

—Y cuéntame ¿Por qué haría algo como eso?

—Como he dicho antes, un acto de fe —respondió la voz, que a pesar de que tan solo provenía de los dos ojos flotantes en aquel rincón, el anciano pudo percibir como sonreía.

Los PrivilegiadosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu