Al calor del fogón

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Al calor del fogón


El sol amenazaba con iluminar las periferias del Bosque de las Raíces Blancas. Los ahora cinco integrantes de la compañía habían cabalgado toda la noche, solo deteniéndose al filo de un jadeo de dolor provisto por Elijah o un ataque de tos y sangre proveniente de Evan.

—Estamos cerca —dijo el anciano meditativo tras volver con los caballos que habían ido a descansar y refrescarse.

Elijah y Evan se encontraban recostados en el suelo, observando las estrellas invernales, brillantes y solitarias al igual que ellos, mientras temblaban por el dolor que ambos experimentaban de maneras diferentes, pero a la misma intensidad.

—Señor… —comenzó a decir Gia intentando ser cortés como lo era él.

—Señorita —la interrumpió—. No haga preguntas cuyas respuestas no están del todo decididas, tan solo recupere sus fuerzas, por qué serán necesarias, y vele por la salud de sus amigos, el espléndido Elijah y el desdichado Aurelio.

Gia asintió, se dio la vuelta y caminó hacia sus dos compañeros heridos. Junto a Elijah estaba Minos, sentado en un tronco caído. Este la observó con aquella mirada interrogativa, por lo que respondió encogiéndose de hombros y suspirando agotada:

—Estuvo cerca, demasiado… —Y se sentó junto a su hermano.

—Yo diría que estuvimos bien…

Gia lo observó y este hizo lo mismo, ambos sonrieron de igual forma y soltaron una pequeña carcajada de alivio, como deshaciéndose de la tensión pasada.

—Es extraño, ¿no crees? —preguntó Gia.

—¿Qué cosa?

—Todo, el enfrentamiento, Malleus… Joseph, la huida, tú…

—¿Yo? ¿por qué lo dices? —preguntó descolocado y se rascó la nuca con nerviosismo.

Gia le dirigió una mirada de obviedad y soltó un pequeño bufido irónico.

—¡Vamos! Tú sabes por qué, esa corrida, ese fuego increíble. Sabes que estamos todos vivos gracias a ti ¿no?

—¡Cállate! —le respondió y guardó silencio, un silencio tímido, aquel que se escucha como si hablara y dijese lo que no se logra decir—. Todos nos esforzamos por sobrevivir, como dijo Elijah “hay que estar juntos”.

—Sí, en eso pensaba, pero…

—¿Qué quieres que te diga, Gia? —se quejó Minos—. ¿Quieres que te explique por qué corrí y arriesgué mi vida por él? No lo sé, pero, supongo, que todos nos merecíamos salir vivos de allí, incluso él.

—Entonces ahora me comprendes —aseguró Gia.

—¿Comprenderte?

—Así es, seguro tú y Elijah se preguntaron muchas veces porque había decidido salvarlo, si yo fui una de las responsables de que estuviera en aquella celda en primer lugar.

—Sí, además…

—Déjame terminar, ¿quieres? —le espetó con ojos serios—. No supe el porqué de nada, sino hasta que ya nos encontrábamos en medio del bosque e, incluso, hasta ahora.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now