Las Montañas Ukcul

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Las Montañas Ukcul


El alba pintó el valle desolado de un color claro y brillante, este mostró sus cumbres pedregosas, sus espacios terrenales y la gran costa del lago que se apreciaba desde la cueva. Pronto los jóvenes abrieron los ojos y observaron los rincones envueltos en sombras leves y penumbras borrosas, se percataron de que su nuevo y misterioso compañero no yacía con ellos.

«¿Dónde se habrá ido?», se preguntó Evan aún somnoliento con los ojos entrecerrados.

—Déjalo… ya volverá —dijo Gia que fue la primera en levantarse—. ¿Cómo te encuentras, Elijah?

—Bien, creo que la herida está sanando correctamente, pronto tendré que cambiar el vendaje… No creo que haga falta coser —respondió retraído.

—¿Estás seguro?

—No, pues no soy médico.

—¿Lo viste partir? —le preguntó Minos que recién abría los ojos.

—No, solo dejó una nota. No entiendo de dónde sacó papel y lápiz —dijo Gia.

—Léela —la apuró impaciente.

—Está bien, está bien. —Y sacó un papel doblado, de un color amarillo, y comenzó a leer la carta:

«Queridos jóvenes, se preguntarán el porqué de mi ausencia, pero les aseguro que pronto volveré y ustedes tan solo tendrán la tarea de esperar mi regreso. Mientras tanto, pueden comer y platicar todo lo que quieran.

De más está decir que no les recomiendo abandonar la cueva, muchas razones son las que me llevan a escribir este consejo, no obstante, creo yo, que no bastará más que nombrar dos de ellas.

La primera es obviamente el peligroso enemigo que nos persigue y nos perseguirá hasta dar con nosotros. Y en segundo lugar, pero no menos importante, se encuentran las heridas que Elijah y Aurelio poseen, si bien, por lo que he visto antes de mi partida, Elijah no necesitará que le cierren la herida con aguja e hilo, ya que la daga culpable no era ancha, sino que delgada y muy puntiaguda. Por lo que, querido Elijah, no necesitarás más que reposo y nuevos vendajes cada cierto periodo de tiempo.

En tanto, Aurelio, que a mí entender debería de haber recuperado la voz, esto no quiere decir que se encuentra en condiciones de hablar, tendrá que colocarse con cuidado el ungüento que le entregué y realizar reposo.

Con estas últimas palabras me despido hasta la tarde. El cielo es agradable y las distintas brisas invernales reviven mi espíritu adormecido por los años solitarios. La nieve se ha derretido en estos parajes, gracias a que los grandes bosques quedaron atrás y el sol, alto en el cielo celeste y despejado, brilla con desdén. Hasta pronto, jóvenes.

Siempre suyo, Joseph. L».

—¿Entonces esperaremos entre estas paredes? —se quejó Minos—. Nos volveremos locos.

—No hay muchas más opciones —respondió Elijah en un tono impropio de él.

—¡Qué extraña carta! —exclamó Gia embargada por la intriga y la curiosidad.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó Evan con voz fónica reprimiendo un gesto de dolor.

El joven había estado atento a todo el relato de Gia y no pudo dejar de preguntarse el donde se había marchado el anciano, estaba intrigado por su paradero, pero más aún por el motivo. La carta lo desequilibró y no pudo evitar formular muchas preguntas en su cabeza aturdida, pero el hecho de que a Gia también le haya extrañado lo aturdió aún más.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now