Asedio

111 27 34
                                    

Asedio


Huxios y Joseph, habían pasado largas horas diseñando un ingenioso plan para hacerse con la victoria de Wakmar, sin embargo, este último insistió en que no solo debían proclamarse vencedores de la futura batalla, sino que también rescatar a Evan, si es que aún se encontraba con vida y escondido.

—Entiendo… —se había limitado a decir Huxios al oír esta condición—. Bueno… si me preguntan, ya ha muerto. Es en verdad una pena —respondió sínico y de malhumor.

—Tal vez, pero eso no cambia nada. Diseñaremos una forma de encontrarlo… —replicó el anciano.

—Es ahí donde te equivocas, Joseph —lo interrumpió Huxios—. Pues hallar a ese joven en tan grande isla y con tantos factores en contra como lo son el tiempo y los soldados, es una tarea desde ya imposible e inútil, pero… —Se detuvo y meditó un segundo—. Debemos hacer que él venga a nosotros.

El rostro de Joseph sonrió al oír estas palabras, pues si bien había pensado en ello, verlo a Huxios animado por ayudar, lo reconfortó.

—Sí, pero, claro… tú ya habías pensado en ello —adivinó Huxios.

—No lo negaré, sin embargo, Magno Prodigio, de seguro a ti se te ocurra una mejor forma de llevar a cabo esta gran idea.

Y al decir esto, Huxios volvió la vista a su tan extraño tablero. Pasaron algunos minutos mientras que las piezas permanecieron quietas y, cuando Joseph pensó que Huxios no hablaría, este tomó una y dijo.

—Ese joven… ¿Evan de nombre? Evan, es extraño, ¿no crees? Pero no importa —reflexionó un momento a la vez que apoyaba la pieza en un lugar distinto en el tablero y la observaba fascinado—. Pues esto haremos, Joseph. Durante el ataque, de seguro algún magnate hará sonar El Küeim, esto hará que todos los soldados corran al campo de batalla en busca del enemigo, en aquel momento Evan y, de seguro, aquel joven Sirdul, otro joven extraño sin duda, callado y de un pasado triste escondido en el fondo de su mirada… pero poco nos importa esto. Continuemos… —se interrumpió—. Luego de que los soldados corran al campo de batalla, los jóvenes contarán con una posibilidad de salir de su escondite, si es que lograron esconderse, y correr hacia el encuentro con tu pueblo, sin embargo, hay una pregunta que aqueja mi mente, pues… Si la gran mayoría de las personas estará en los calabozos a la hora de sonar el cuerno ¿Hacia dónde irá Evan? —Y antes de que Joseph respondiera, el hombre continuó—. Pues tendremos que llamarlo de alguna forma, con un gran ruido, con un ruido que reconozca de inmediato y no dude de correr hacia allí.

—Pues el joven Minos puede encargarse sin problema de ello…

—Por supuesto, si aquel joven desagradable corre al centro y lanza algunos ataques muy sonoros, tal vez atraiga a los soldados, pero esto solo los confundirá, pues estarán corriendo hacia los calabozos y, al oír tan poderosa explosión, se verán obligados a dividirse y de esa forma no solo llamaremos la atención de Evan, sino también, confundiremos al enemigo obligándolo a replegarse de una manera torpe y ventajosa para nosotros ¿Qué me dices, Joseph, sobre este plan?

—Bueno… no negaré que cada día defiendes más tu título, Magno prodigio —respondió sonriente.

—Me alegra que ese irritable Magno haya hecho un buen plan —dijo Minos agotado y con la voz quebrada mientras se esforzaba para no perder el equilibrio.

Los PrivilegiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora