El enemigo de la capital

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El enemigo de la capital


Una vez que los jóvenes terminaran de almorzar, dedicaron el resto del día a sus correspondientes labores en el pueblo, Evan reflexionó sobre volver a salir de travesía con los botes, debido a que los recursos pronto escasearían, sin embargo, restaba tiempo para que eso ocurra.

Al caer la noche, una noche fría y áspera, donde la luna se disfrazaba entre mantos grisáceos y nublosos, los jóvenes volvieron a la cabaña. A falta de hambre, decidieron prepararse una bebida caliente para contrarrestar el clima helado que afuera se presentaba.

Los cuatro jóvenes se encontraban rodeando la mesa baja de la sala, donde Gia y Minos, abrigados con ropas lanudas y holgadas, permanecían sentándose en el sofá de mimbre. Mientras tanto, al otro lado de la mesa, Elijah y Evan, se encontraban sentados en dos banquillos. Un gran silencio flotaba el aire, las pocas velas alrededor danzaban distantes, iluminando lo suficiente para detener la penumbra que amenazaba conquistar la habitación.

Evan no se extrañó por el abundante silencio, pues era costumbre entre los jóvenes privilegiados no hablar, muchos días había venido a la cabaña en donde pocas palabras habían sido pronunciadas, sobre todo Elijah, que solía permanecer en silencio y atento a las conversaciones, solo hablaba cuando tenía algo que decir o le preguntaban algo, contrario a Minos, que amaba escucharse, siempre y cuando estuviese de humor para ello. Gia, que su humor era el más extraño, pues este mismo variaba según el día, respetaba el silencio hasta que alguna duda o ocurrencia la obligaba a hablar, así fue el caso de esa noche.

—¡Oigan! —dijo y los tres jóvenes apartaron sus miradas de las tasas calientes.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Evan y sintió que Minos lo observaba.

—Nada, nada más que… bueno, ¿no notan extraño a Joseph?

—Yo creo que Joseph nunca se ha comportado muy normal que digamos —le respondió Minos.

—No se refiere a eso —le contestó tajante Evan.

—¿Entonces a que se refiere, señor genio?

—Hablaré con Elijah a partir de ahora —se limitó a decir Gia y el joven rio.

—No me molesta —respondió Elijah mostrando una amplia sonrisa blanca—. No lo sé, Joseph es un hombre muy sabio y poderoso. No se olviden el día que los Magnos llegaron o el día que fuimos atacados por Malleus. Joseph es alguien peculiar —dijo y los cuatro lo observaron, pues lo que había dicho había sido muy elocuente y elaborado.

—Sí, sus habilidades son… muy peculiares —concordó Gia.

—Tal vez… pero es un anciano, es normal en ellos —replicó Minos quitándole importancia—. Además, no hemos visto que posea ninguna Habilidad Única.

—¿Habilidad Única? —preguntó Evan.

—Sí, como Elijah o como los tres Magnos a los que nos enfrentamos. Es una Habilidad Única del individuo.

—¿Tú no tienes? —preguntó Evan con malicia.

—No, yo no tengo —respondió Minos con voz grave—. Y Gia tampoco, si es que tejer no cuenta.

—Cállate —respondió esta con su voz mandona.

Entre risas y ofensas, Evan se percató de una extrañeza de lo más llamativa.

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