Prólogo

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Prólogo


La luz de la fogata alumbraba los sitios cercanos a ella, las pilas de papeles, los instrumentos esparcidos en el suelo y demás banquillos y sillas a lo largo de todo el sótano. Pero, más allá de toda esa extraña cotidianidad, lo que de verdad resaltaba era aquella personalidad taciturna y melancólica observando la lenta danza del fuego dentro del hogar.

—Aquí otra vez… espléndido el calor y el frío, claro que el miedo acecha, pero no más que el odio o el amor, o la justicia o algo más —habló el anciano de cabellos y barba plateada a la vez que fumaba de su pipa—. Otra vez está pasando, sí, lo sé, como sé muchas otras cosas. Sin embargo, fogata mía, esta vez ocurre de una forma diferente, pues no lo he buscado ni mucho menos provocado. Ahora entiendo que la mejor manera de encontrar a alguien es esperar a que ese alguien se pierda así mismo. Tonto fui, pero no importa, del caos se aprende y yo he aprendido que el caos no es más que una mentira. Pronto vendrán, sean quiénes sean, y los recibiré feliz.

Pasaron las horas y el hombre continuó observando fascinado las llamas que calentaba todo el recinto, como anhelando algo.

—Oh, padre… me gustaría saber qué harías tú ahora, pues soy consciente de lo brillante que eras… discúlpame, sí, discúlpame por no ser igual a ti y, también, por todo lo demás.

Y calló, observó el brillo y sintió que este lo acariciaba. Luego cerró los ojos y dejó que las ideas le llegasen como un mal recuerdo.

—He de esperar aquí una vez más —habló tras pasar algunas horas—. ¿Qué me deparará? No lo sé, pero me gustará averiguarlo cuándo todo lo que está destinado a ocurrir, ocurra de una vez por todas.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now