Discordia y Paz

160 32 58
                                    

Discordia y Paz


El rostro de Malleus se vio turbado un arrebato de emociones, como si intentara reprimir la sorpresa.

—Bueno… —dijo mientras tomaba distancia, contemplando el aspecto extraño de Sirdul, pues este llevaba su uniforme negro maltrecho y lleno de agujeros y polvo—. Mentiría si dijese que te ves como la última vez que nos encontramos.

—Lo mismo digo… —le respondió con cautela Sirdul parándose delaten de Evan—. La última vez, todavía conservabas tus principios.

Malleus frunció el entrecejo y, negando con la cabeza, continuó:

—Veo que pasar tiempo con los inferiores te ha cambiado, pero no olvides quién eres y quién soy yo, Sirdul —le recriminó, sin embargo, el joven sentía que su desprecio crecía a cada segundo.

—Tú, tú no eres más que un cobarde y un traidor, ¿o qué esperabas? ¿Qué no me percatara de tus negocios bajo la mesa? ¿De tus sucias intensiones?

—No sé dé que hablas, joven, baja el arma y…

—¡Cállate! —le gritó y Ostio se sacudió con brusquedad en su mano—. He tenido tiempo para pensar, mucho tiempo entre cuatro paredes, pero no fue hasta hace algunos minutos que lo comprendí.

—Sirdul, vamos. Baja esa arma.

—¿Acaso temes? ¡Cobarde! Lo he comprendido. Tú me has enviado allí, solo y no quisiste acompañarme, pues tus planes consistían en abandonarme en aquel pueblo o, incluso, rogabas que me asesinaran.

—Para nada, he enviado toda la flota del escuadrón martillo para…

—No me hagas reír, Malleus. Luego de que los Magnos y yo empezáramos nuestra misión, tú has vuelto a Wakmar y continuaste negociado con aquella horrible mujer, pero claro, no todo es sencillo para un traidor.

—Veo que hablas con mucha experiencia, Sirdul.

—De seguro no más que tú, capitán…

Y al término de estas palabras frías y rasposas, ambos se vieron las caras, sofocando de tensión el ambiente que los rodeaba, pasaron segundos, pero parecieron horas, hasta que alguno habló.

—Me he percatado que te has dirigido a la ciudad costera de los Superiores, Oram, y lo preparaste todo y a todos. Sabías que la supuesta misión de rescate fallaría y es por ello que la gran flota hizo una pequeña y breve parada en Wakmar, allí los abandonaste y de la misma forma, los traicionaste.

—Creo que no has comido bien últimamente, joven, comienzas a perder la cordura.

—No, ni siquiera te atrevas a insinuar que has enviado aquella flota con la intención de rescatarme, ¡Por favor! Malleus, tú no rescatarías ni a tu propio hijo de las fauces de un perro. Tú has enviado aquella flota por dos simples razones, la primera y más relevantes fue el hecho de que aquella mujer desagradable, Exehdius, te ha impuesto que trajeras a Yoxu de donde sea que se encontraba. La segunda, fue simplemente que querías comenzar de nuevo tu vida, pero claro, no se construye un nuevo futuro sin deshacerse del viejo pasado, ¿no es así, capitán? Nos traicionaste y, de la misma manera, nos condenaste a todos.

—¿Qué me dirás ahora? ¿Qué eran tus amigos los que iban en esos barcos? Te importaban tan poco como a mí, incluso menos. Pero por supuesto que me dices traidor a mí, ¿cómo te atreves? Eres tú el que carga la espada del enemigo como propia y la agitas hacia tu semejante, hacia el único que te ha tratado con algo de afecto en toda tu mediocre y miserable vida.

Los PrivilegiadosWhere stories live. Discover now