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Habían transcurrido un par de meses desde la entrada de Dazai a la Agencia de Detectives Armados. Por supuesto, no tardó mucho en ganarse la confianza de la mayoría y de ser el amigo molestón de Kunikida Doppo.

Encontró un buen lugar donde podría dejar a Ryū al cuidado de otros mientras él iba a su trabajo. En cuanto a las cosas con Chūya, todo avanzaba lento, pero seguro, ambos se amaban y se lo habían demostrado con pequeñas y grandes muestras de cariño, como regalitos sorpresa, acciones tiernas y el amor incondicional que ambos le tienen a Ryū.

•~~•~•~•

Cierta noche, caminaban regreso a casa por un solitario callejón. Raramente no estaba muy iluminado, y hacía un frío más fuerte de lo normal.

Chūya traía a Ryū entre sus brazos, bastante arropado y ya dormido. El niño siempre se acurrucaba en el pecho de sus padres, recargando su pequeña cabecita en el mismo y durmiendo sin incomodidad.

— Este lugar... Me trae un deja vu de cuando fui abandonado, Chūya.

Comentó el de vendas, cubriéndose mejor del frío y caminando a la par con el pelirrojo.

— Oh, pero sólo es un deja vu y cosa del pasado. Dazai, yo nunca te abandonaré, ni a tí, ni al pequeño Ryū.

Respondió con una sonrisa. Dazai se sonrojó.

De un momento tierno y cálido, pasó a ser uno triste al escuchar los llantos de un recién nacido a las orillas del callejón, dentro de una caja de cartón con periódicos viejos.

— Chu... Chūya... ¿Estás oyendo lo mismo que yo?

Preguntó sorprendido.

— Sí. Busca a ese bebé, Dazai. Quizás alguien más lo esté buscando y...

En ese momento, el castaño encontró una nota justificando el abandono del recién nacido. No pudo evitar derramar algunas lágrimas.

— No, Chūya... Este bebé está aquí por voluntad propia de sus padres... Esta carta lo dice. Fue..abandonado como yo, pero más pequeño... Si lo dejamos aquí, tendrá el mismo destino cruel que yo. No quiero que alguien más viva lo mismo.

Comenzó a tomar cuidadosamente al bebé, arrullándolo para que se tranquilizara y cesara su llanto.

— Entiendo. Hay que llevarlo con nosotros, Dazai. Démosle una vida feliz, adoptemos al huérfano, como Oda-san siempre lo hacía.

Respondió Chūya, sin darse cuenta de que Ryū había despertado con los llantos del pequeño bebé albino que yacía en los brazos de su madre. Apenas logró abrir los ojos, miró a la inocente criatura que ocupaba los brazos de Dazai. Sintió celos e hizo un gesto de llanto.

— Papi...

Estiraba sus brazos hacia Dazai, quien sonrió y se acercó a mostrarle al otro bebé.

— Ryū, él será tu hermanito. Ahora eres un hermano mayor. ¿No es genial?

Decía el de vendas algo ilusionado. Ryūnosuke derramó más lágrimas y se abrazó del cuello de Chūya.

— ¡No! ¡Bebé no! ¡Mis juetes míos! ¡Papá leche mía! ¡Papá Dazhai es mío!

Sollozaba. Peleaba por sus juguetes y la leche materna de Dazai. Él no pensaba compartir nada de eso. Lo que no sabía era que ni sus juguetes ni la leche materna le servirían ni serían aptas para el pequeño bebé albino.

RYŪ EL HIJO DE DAZAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora