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Chūya se encontraba en la sede de la Port Mafia durante la noche, una noche de tormenta eléctrica. Quería tomar su moto a ir a ver a Dazai y a los niños, pero si lo hacía, corría peligro de ser alcanzado por un rayo.

— Anee-san, tengo que ir a verlos. Son mi familia ahora...

Decía preocupado, asomándose por la ventana y mirando lo fuerte que se movían los carteles en la calle y los árboles. Era como si un tifón estuviera cerca.

— Estarán bien. Podría resultar una tragedia si te vas. Sólo llámale a Dazai.

Aconsejó. El pelirrojo sacó su teléfono móvil y miró que las redes estaban deshabilitadas. No podía llamarle a su ahora novio.

— No hay señal. Anee-san, Dazai... Los niños... ¿Que tal si les cayó el árbol que está al lado? ¿O si un rayo cayó cerca? ¿Y si Ryū está asustado?

Un sin fin de malos pensamientos acaparaban su mente. Estaba inquieto. Detestando no haber previsto esa tormenta antes para poder haber ido a casa de Dazai temprano.

— Tranquilo, Chūya-kun. Sé que eres muy responsable y quieres actuar como un padre pese a tus dieciocho años pero ni el verdadero padre de Ryū, y los padres biológicos de Atsushi, se preocupan por ellos. Debes relajarte. Dazai no es tan tonto como para no cuidarlos bien. Por algo, Ryūnosuke sigue vivo.

Dijo para tranquilizarlo, sin notar que Mori había entrado a la habitación.

— Dazai-kun es buen madre. Los bebés estarán bien.

Intervino, posando una de sus manos sobre un hombro de Chūya.

— Confía más en tu novio, Chūya-kun. Parece estúpido, pero no lo es.

Mientras tanto, en casa de Dazai...

El chico del vendaje daba su biberón al pequeño Atsushi sobre un sofá. Lo tenía en su regazo, y estaba bastante calmado en cuanto a la tormenta.
Ryūnosuke jugaba en la sala a la vista de Dazai con un pizarrón y gises de colores que Chūya le había comprado. Se divertía mucho haciendo sus obras de arte, y se las mostraba a Dazai cuando terminaba.

— Atsushi-kun eres muy comelón. Ya te terminaste toda la leche. ¿Debería ir a preparar más para tí?

Dijo con ternura, separándole la mamila de la boquita del albino. Los ojos bicolor del bebé observaban al adolescente, Dazai fue débil ante esto y depositó un tierno beso en la frente al menor, cosa que no pasó desapercibida por Ryū.

— Eres una monada, Atsushi-kun. Tus ojos son hermosos.

Comentó.

Los ojitos de Ryūnosuke (desde el suelo, sentado) se llenaron de lágrimas, snif snif.

— ¿Ryū?

Volteó confundido, encontrándose con un Ryūnosuke celoso y triste.
Se levantó del sofá, dejando a Atsushi recostado lejos de la orilla, para ir a preparar nueva leche en el biberón. Ryū lo siguió gateando, ya que le daba algo de pereza levantarse y caminar.

Fue en ese momento cuando el estruendo de un rayo que cayó cerca de su casa, lo asustó mucho.

— ¡Mami!

Pronunció desde el suelo, asustado, apoyándose rápidamente con ambas manos para ponerse de pie. Dazai agitaba el biberón con la nueva leche para Atsushi. Volteó hacia abajo para poner atención al azabache que le llamaba.

RYŪ EL HIJO DE DAZAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora