Capítulo 24

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Renato colgó el teléfono a Gabriel, perturbado por la conversación que acababa de tener. ¿Alguien espiando la casa de Juan y Julián? Habían llamado a la policía local, pero con tan pocas pistas para seguir y pocos recursos en esa comunidad, Gabriel y Juan habían tomado la decisión de enviar a Angela y a Samanta de regreso a la ciudad.

Al menos en el departamento, tenían el sistema de seguridad. Renato envió un mensaje rápido a Julián: "Estoy aquí si necesitas algo."

Cuando la puerta se abrió, miró hacia arriba
con cierta molestia. Jerónimo.

—Estamos más allá de golpear, por lo veo — dijo Renato, medio en broma.

—Pensé que sí. —Jerónimo siempre iba muy bien vestido, pero hoy se había superado a sí mismo. Parecía que se había caído de una revista masculina de alto nivel

—. ¿Vas a salir en la tele o algo?

"¿Tenés un tanque?" Julián envió un mensaje de vuelta.

—No, pero gracias por notarlo. —Jerónimo cerró la puerta detrás de él y Renato se tragó un suspiro.

—¿Tenemos una reunión?

Jerónimo se quedó cortado. El tono del Subcomisario claramente no era acogedor.

—No, pero creo que tenemos que hablar.

Renato envió un mensaje Julián de nuevo.

"Vos y Juan son bienvenidos en el búnker si necesitan un lugar para quedarse."

Poniendo su teléfono a un lado, miró a Jerónimo con su expresión más paciente.

—Tengo un par de minutos, claro.

Después de sentarse, Jerónimo puso una expresión seria.

—Estoy preocupado por vos, Renato.

Su teléfono sonó. Renato se distrajo, y luego volvió a mirar a Jerónimo.

—¿Qué?

—Después de la noche del sábado, simplemente no puedo callarlo más. El comportamiento de Gabriel fue chocante e inapropiado. Estabas delante de tus compañeros de trabajo.

—Quiénes estaban borrachos, cansados y fuera de servicio. —Renato trató de entender el significado de los pensamientos de Jerónimo—. Además, ¿qué carajo fue lo que hizo? Bailamos un poco, ninguno de los dos estaba borracho o inapropiado.

Oh, los tiempos han cambiado, pensó Renato. Cómo cambié.

Jerónimo se echó hacia atrás en la silla.

—Tenés que ser consciente de los rumores que circulan sobre él —dijo, cambiando de postura y mirando a cualquier parte menos a él—. Gabriel es una carga, Renato, tanto si lo querés oír como si no.

—¿Me estas jodiendo? —sintió que se le ponían los pelos de punta con cada palabra que salía de la boca de Jerónimo—. ¿Lo decís en serio?

—Se refleja en vos, Renato. ¿Alguna vez piensas en la razón por la que estás atascado en esta comunidad?

—No, sé exactamente por qué estoy en aquí. Porque soy un símbolo y a este se le pone en el lugar más seguro y menos problemático para que no la cague y te avergüence.

—O pones al tipo con el novio que echaron fuera de la policía de Buenos Aires por mala conducta en algún lugar donde nadie lo saque a relucir.

—No parece que tengas un problema. —Renato se levantó lentamente, extendiendo sus manos sobre el escritorio—. Creo que deberías irte.

Nervioso, Jerónimo se levantó también.

—Te está boicoteando. Necesitas una mejor persona a tu lado, Renato. Necesitas a alguien…

Renato se dio cuenta entonces de qué se trataba. Ni siquiera trató de sofocar la risa, grosera y ruidosa, qué escapó de su boca.

—¿Alguien como vos? No, gracias, pero no. No estoy en el mercado para una relación diseñada para complacer a los demás.

Jerónimo se dirigió a la puerta, con el rostro enrojecido y su boca crispada por las palabras no dichas.

—Y señor Bosia, simplemente para que lo sepa, voy a llamar a sus superiores e informarles de que nuestra colaboración no está funcionando.

Una mueca apareció en el rostro de Jerónimo.

—Estaré mejor. Tener que callar por los electores me pone enfermo.

—Salí de mi oficina —espetó Renato.

****

Renato estuvo furioso las siguientes horas. Trabajó, tuvo una reunión, llamó a Gabriel, envió un mensaje a Julián, todo a punto de arrojar un archivador a través de su maldita
ventana.

Ni siquiera era ego. Le diría a Gabriel esta noche que tenía toda la razón acerca de Jerónimo. Incluso podría tomar el te lo dije. Era más, él había pensado que Jerónimo era un amigo, alguien que estaba pasando por una situación similar a la que había pasado Renato, alguien al que pudiera ayudar a seguir adelante después de una ruptura. La realidad de su amistad era una mentira, de la cual Renato se había perdido todos los signos... y había resultado herido en sus sentimientos.

Y luego estaba la ira abrumadora, porque, la puta madre, ese imbécil se había atrevido a hablar de Gabriel de esa manera.

¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve alguien?

Cuando los superiores se acercaron a él antes de la prueba, antes de todo esto, cuando cuestionaron su relación con Gabriel, Renato había amenazado con abandonar. Su trabajo lo era todo para él, pero no renunciaría a su novio. También golpearía a Jerónimo en la boca si alguna vez le escuchaba el nombre de Gabriel en los labios otra vez.

—Pelotudo —murmuró, echando mano a su teléfono.

Un golpe en la puerta: su sargento, con una mirada de preocupación en su rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó Renato, bajando el auricular.

—El edificio "Gran Paseo" quedó destrozado. Hay mucho daño.

Renato maldijo. Esperaba escuchar del presidente de la junta de la comunidad en cualquier momento, en ese caso.

—¿Algún herido?

—No, pero uh la persona que lo llamó fue un tal Juan Guilera. Mencionó su nombre.

¿Gran Paseo? ¿Juan?

—Mierda. Creo que sé cuál es su oficina. —Se levantó y pasó alrededor de su escritorio en un instante, agarrando el saco del traje—. Voy para ahí. Tengo mi celular por si me necesitas.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Where stories live. Discover now