Capítulo 4

323 26 9
                                    

—¿Renato?

Con papeles hasta la altura de los ojos, Renato ni siquiera levantó la mirada cuando escuchó su nombre. No había mucha urgencia en el tono, por lo que terminó de leer el último párrafo del informe antes de girar su atención a...

Jerónimo Giocondo.

Sonrió. Esta era una buena distracción.

—Hola.

Jerónimo entró en la oficina y cerró la puerta detrás de él, acallando la conversación ligera de la habitación de la brigada. Dejó su trabajo a un lado cuando el otro se sentó.

—¿Cómo va la comisaría? —preguntó Jerónimo, una sonrisa burlona en los labios.

Hizo un gesto a los archivos en su escritorio.

—Firmé trescientas veces hoy y no son siquiera las dos de la tarde. ¿Qué pensas?

Jerónimo se cubrió la boca con la mano, sofocando una tos-risa de una manera totalmente convincente.

—Mañana tengo dos almuerzos y una reunión sobre el desmesurado sonido de la bocinas en el distrito. El tema principal de la conversación: Acerca de toque excesivo de la bocina.

—Anotado. —Jerónimo miró su reloj, y luego a la bolsa arrugada de tristes galletas con sal en el escritorio de Renato—. ¿Es ese tu almuerzo?

Frunció el ceño.

—¿Qué? Es bajo en sodio.

—Eso es tan deprimente. —Jerónimo metió la mano en el bolsillo y sacó un celular—. Estoy reservando para nosotros una mesa en el italiano de la esquina. Arregla tu corbata, que vamos a comer comida de verdad.

***

El restaurante italiano estaba con los últimos almuerzos, incluyendo el de ellos dos, que se encontraban sentados en una mesa de la esquina. En la vida de Renato un restaurante italiano significaba pasta con salsa de carne, pero no encontró ni remotamente nada de eso en el menú. Jerónimo ordenó para ellos sopa de calabaza moscada y luego espaguetis con una salsa rara. Renato puso reparos sobre el vino y pidió agua en su lugar.

Jerónimo ordenó el vino tinto de la casa.

—Debemos elaborar un plan para tu reunión con la junta de la comunidad —dijo Jerónimo, poniéndose la servilleta de color rosa pálido en su regazo. Parecía que el interior gris y rosa del restaurante coordinaba a la perfección con su traje negro, camisa gris perla y corbata a rayas. Renato revisó su camisa y sus pantalones negros arrugados.

—O simplemente podrías ir por mí—dijo Renato con una nota de súplica en su voz.

—No. Tenés que aparecer y tranquilizar a los
propietarios de los negocios de que te preocupas por los actos de vandalismo y embotellamientos.

—Dos cosas que han existido desde siempre—se quejó Renato, mientras manoseaba los
cubiertos en la mesa—. Tienen una de las tasas de criminalidad más bajas de la ciudad, siento que deberíamos recibir un poco de gratitud.

Jerónimo sacudió la cabeza como si Renato fuera un poco estúpido.

—Nadie siente gratitud en esta ciudad, Renato. Es una emoción peligrosa. Te sentís con suerte, bajas la guardia, y bang alguien roba sus neumáticos mientras están esperando en un semáforo.

—Esa es una terrible analogía. Definitivamente, estaré escribiendo mis propias observaciones durante la reunión.

Su sopa llegó. Renato hurgó en el puré, mientras mantenían una pequeña charla sobre el recinto y los tranquilos pocos meses que habían tenido desde que se hizo cargo Renato. Las cosas se quedaron apacibles hasta que su celular sonó y Renato detuvo la conversación para responder a un mensaje de Gabriel.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora