Capítulo 31

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—¿Estan todos bien ahí atrás? —Era la voz del conductor, por el intercomunicador. Juan se puso de rodillas en el asiento y pulsó el botón.

—Estamos bien —dijo, mirando a un Julián y a una Angela sacudidos mientras trataban de calmar a Samanta entre los dos—. ¿Qué pasó?

—Un sedán trató de sacarnos de la ruta. Conseguí llevarnos a un lado. Espere. —
El conductor se detuvo—. Veo policías que vienen de ambos lados. Dios.

—No salgas del coche —soltó Juan—. Sólo quédate donde estás.

Se arrastró hacia la puerta, incluso mientras Julián se agarró a él.

—¿A dónde vas?

—Quedate aquí. Nadie se mueva.

Con el corazón latiendo frenéticamente, Juan abrió la puerta. Casi se cae de la limusina, la adrenalina bombeando mientras corría hacia la ruta. Al menos veinte patrulleros se habían parado bruscamente, todos rodeaban a un sedán oscuro con cristales polarizados. Se dirigió hacia él, con los dedos que le picaban te cuando desabrochó el saco para tener acceso a la funda del hombro.

Los agentes que rodeaban el sedán habían sacado sus armas. Alguien con un megáfono insistía a sus ocupantes que salieran del vehículo con las manos en alto.

La puerta del pasajero se abrió un segundo después.

Tamara Castillo…, novia fiel, coartada y cómplice, salió gritando, las manos en el aire, llorando histéricamente mientras corría hacia los autos.

Ella balbuceó a los oficiales que la agarraron, agradeciéndoles en una fracción de segundo, justo antes de que la tiraran al suelo y la esposaran.

Juan se puso de pie en el borde de la ruta, donde la hierba se unía con el pavimento. No podía apartar los ojos del sedán incluso mientras los policías le gritaban para que
se alejara.

Entonces sucedió: la puerta del conductor se abrió y Daniel Izarraga salió.

Parecía que iba a ser una rendición pacífica hasta que Daniel miró y vio a Juan.

La paz cayó sobre Juan en ese segundo. Ni siquiera llegó hacer un movimiento hacia su arma. Había policías por todas partes, y ¿Juan? Juan era un civil. Uno que Daniel había intentado sacar de la ruta.

—¡Maldito hijo de puta! —gritó Daniel. Hizo un movimiento como si fuera a ir hacia Juan, y ese momento de distracción permitió a los policías agarrarlo y lanzarlo contra el suelo.

—¡Voy a matarte! ¿Crees que voy a parar? ¡Voy a asesinarte hijo de puta, a tu novio marica y a esa bebé! ¿Me escuchas, maldito pedazo de mierda? Voy a cortarte la garganta.

Juan siguió sonriendo. Cuanto más luchaba y más se revolvía contra los policías, cuanto más amenazada su vida, más profundo cavaba su propia tumba.

Esperó hasta que empujaron a Daniel en el asiento trasero del auto policial y luego, finalmente, se dio la vuelta y vio a Julián de pie en la hierba alta, mirando desconcertado
y perdido.

Con una sonrisa se acercó a Julián y lo tomó en sus brazos.

Estaba hecho.

****

Renato condujo lo más rápido que pudo un poco mas de una hora, con el corazón en la garganta. Escuchó la radio, pero necesitaba verlo con sus propios ojos.

Gabriel no contestaba a su teléfono, así que cuando Renato frenó hasta detenerse en
la escena… un desorden caótico de vehículos, se bajó y corrió hacia el centro de la misma.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Where stories live. Discover now