Capítulo 16

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Juan y Gabriel estaban sentados en la oficina, cada uno en su lado de la mesa, sin levantar la vista.

Estaban en el modo de trabajo, los casos de asesinato divididos por la mitad. Se hicieron llamadas, se comprobó la información, se metieron más pruebas en los archivos.

El teléfono estaba programado para sonar en una hora y el Detective Ortigoza del Departamento de Policía en San Rafael, presentaría su caso contra Daniel Izarraga.

Fuera del registro, por supuesto.

Juan envió otro documento a la impresora.

—No es que no me guste tu compañía, pero ¿cuánto tiempo planeas quedarte? —preguntó Juan, escribiendo la dirección del Departamento de Policía de San Rafael.

—Puedo irme si es un problema —dijo Gabriel con rigidez.

—No dije eso. Solo estoy tratando de averiguar si dejaste a tu novio o esto es solo un acto desinteresado.

Gabriel dejó escapar una risa ahogada.

—No hay cosa tal como un acto desinteresado.

—Está bien —suspiró Juan mientras se giraba para enfrentarse a Gabriel—. Dejaste a Renato.

—No. Solo vine hasta aquí para ayudarte y estuvo perfectamente sincronizado con ser mi novio un pelotudo. —Gabriel dio una palmada en una carpeta cerrada—.Necesitaba un descanso, ¿de acuerdo?

Juan se encogió de hombros, el exceso y la falta de sueño haciendo estragos en todo su cuerpo.

—Bien.

Cayeron de nuevo en un tenso silencio, cada movimiento un poco más brusco de lo necesario. Una carpeta que golpeó el escritorio, un cajón que se abrió de un tirón y luego se cerró de nuevo. Un dolor de cabeza empezó a palpitar detrás de los ojos de Juan con cada latido de su corazón.

La falta de sueño.

Vergüenza.

Enfado.

Incluso las manecillas del reloj parecían burlarse del dolor.

Un suspiro desde el otro lado de la habitación calmó las manos de Juan mientras buscaba una caja para empacar los archivos.

—Disculpa. Esto es una mierda. No necesito estar peleando también con vos—murmuró Gabriel.

Juan volvió la silla, luego la deslizó por el suelo cerca de Gabriel.

—Claro.

—Sigue llamando.

—Eso es una buena señal.

Observando cuidadosamente a su amigo, Juan no podía perderse la profundidad de su tristeza. Le recordó demasiado bien a una noche de hace unos años cuando dos personas con el corazón estúpidamente solitario, estuvieron sentados uno junto al otro en un taburete y terminaron por convertirse en los mejores amigos.

La tensión alrededor de sus ojos, el tirón hacia abajo de su boca. La forma en que sus manos temblaban mientras empujaba un lápiz alrededor del papel.

—No deja un mensaje —dijo Gabriel—. Solo llama y cuelga el teléfono.

—Quizá no sepa qué decir.

—Bueno, eso me evita tener que dar una respuesta. — Gabriel giró la silla para hacer frente a Juan—. Esto sigue apareciendo. No todos los días, no todos los meses. Pero siempre está ahí.

La pila de archivos estaba en el escritorio entre ellos como una broma ridícula. Juan no podía dejar pasar la metáfora.

—Me dijiste que terminara… entonces lo empaquetara y lo dejara ir. —Juan dio una patada a las ruedas de la silla de Gabriel—. Tal vez deberías tomar tu propio consejo.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora