Capítulo 25

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Elio solía decirme que debemos enfrentarnos a la vida sin miedo, a pesar qué quizás, nos pueda arrasar sin compilación.

Justo ahora siento que ése consejo no vale la pena; porque mis miedos están siendo más fuerte que yo.

El camino a la oficina de papá se hace eterno, varias veces pude venir, pero ahora siento que nunca llegaré.

Tengo su amenaza en mi cabeza luego de aquella pelea. Sabia el problema qué podría avisinarse si Kevin se enterara, pero se salió de mis manos.

Quizás mi miedo no era tan solo por mí, toda mi atención era hacia Kevin.

Siento qué por mi culpa, Kevin despertó un demonio. Y ése era mi padre.

Saludé a su secretaría y entré a su oficina con mis piernas temblorosas. Allí estaba:  Con sus gafas, su traje perfectamente planchado y elegante.

No podía negarlo mi padre era un perfeccionista cuándo de su trabajo se trata.

Sus reconocimientos de tantos años, cuelgan en la pared color crema de su oficina. Él único reconocimiento que la vida no le a dado es de ser un padre.

Robert Smith era un excelente abogado pero un pésimo padre.

Levantó su vista al percatarse de mi presencia.

–Puedes sentarte.–Sugirió.

En su rostro aún se notaban algunos moretones pero no tan intensos cómo días atrás.

–¿Para que pedias verme?– Pregunté sin rodeos. Esta extraña formalidad me causa escalofríos.

Bajó las gafas de sus ojos y se acomodó en su asiento.

–Un trato eso quiero

–¿Así nomás?

–¿ O es qué prefieres con insultos? - Preguntó.

La verdad no.

–¿De qué se trata?–La ansiedad me mataba.

De una fila de documentos sacó una carpeta con papeles adentro y me la acercó.

–Lee.–Habló.

Sentí qué en esta carpeta estaba las respuestas qué mis miedo pide. Pero también mi instinto me dice qué nada de esto es bueno.

Tragué saliva y me dispuse a leer mientras qué un par de ojos me observaban.

Mi instinto nunca se equivocó nada de esto es bueno.

Dos denuncias: Kevin y Mitchell.

A Kevin lo acusaba de agresión física y de presunto intento de asesinato.

Y Michell la acusaba de cómplice en ambos cargos.

Mierda.

Mis piernas y Manos temblaban , mil pulso cardiaco explotaria en cualquier momento.

–Claro aún me falta el otro chico que los acompañaba y que me golpeó. Pero tranquila qué ya estoy averiguandolo.–Concluyó.

Aidan.

Estábamos jodidos.

–¿Pero qué es esto papá?–Tiré los documentos al escritorio.

–Pensé qué sabias leer.–Negó con su cabeza.–No te preocupes, te explicaré con calma. Esos documentos qué leíste son las denuncias hacía tus amigos. Sin embargo,  aún no están procedidas.–Sentí mi alma volver.–Pero con una condición.

Julieta,  La Chica SuicidaWhere stories live. Discover now