Capítulo 45

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Aidan.

El haber escuchado que había despertado llenó de vida mi alma y cuerpo nuevamente. Inmediatamente su madre corrió a verla, luego fueron los demás a visitarla, sin embargo, yo preferí quedarme de último.

La extrañaba tanto que mis manos sudaban imaginándome cuándo sea el momento de yo poder verla.

Algo en mi me decía que estaba mal el estar acá, y es que cada vez la colocaba en más peligro con Danillo, pero la otra parte de mí que la amaba, me decía que no la abandonara nunca más. Y por terquedad decidí escuchar a mi corazón.

—Ya puedes verla. —Me animó su madre.

Caminé por el pasillo hacia su habitación con miedo y a la vez con emoción. Al abrir la puerta me encontré a mi pequeña mocosa en esa cama quizás vieja de hospital.

No estaba dormida sólo observaba el techo de esta habitación. Cuándo escuchó la puerta cerrarse habló.

—No debiste venir.

Aún así caminé hacía ella.

—¿Recuerdas que suelo hacer lo que se me antoja? —Respondí.

—Aidan, hablo en serio no debiste venir.

—Demasiado tarde para eso, mocosa. Volví para quedarme, con o sin tu autorización.

Ella soltó un suspiro girando sus ojos.

Me acerque hacía ella, sentandome en una pequeña silla que a su lado estaba.

—Aún estás a tiempo para irte de mi vida, Aidan. —Me dijo sin mirarme a los ojos.

—¿Quieres escuchar algo? —Pregunté. Ella negó con su cabeza. —No importa, igual te contaré. Cuándo estabas dormida y no querías despertar, aún sabiendo que la única persona que podría lograr que lo hicieras era tú mísma. Pensé... ¿ Por qué el no querer seguir mostrándole al mundo esos hermosos ojos verdes que me enamoraron? No te niego Julieta, sentí miedo, miedo al perderte y el no poder ni siquiera haberme despedido. —Senti un nudo en mi garganta pero Continúe. —Cuando te encontré en tu baño y te llevaba en mi brazos, pensaba que mi vida se estaba yendo junto contigo. Y fueron en esos momentos y estos días, en que comprendí que a las personas que amamos en un abrir y cerrar de ojos podremos perderlas en cualquier segundo.  Es por ello que decidí no dejarte ir tan fácilmente, te amo a tí y a esos estúpidos demonios que te atormentan, a tus miedos y a toda esa mierda que quiera vencerte. Mi amor.—Tome su pequeña mano.— Yo estoy contigo, yo guerreo junto a tí, pero por favor déjame batallar a tú lado.

Con su otra mano tapó un sollozo que salió de su boca.

—Te amo, Julieta Smith.

Ella por primera vez se giró a verme.

—¿Me amas con todas mis cicatrices? —Preguntó con lágrimas en sus ojos.

—Las amo tanto, que besaré cada una de ellas, hasta que sanen y ya nada te vuelva a doler.

—Aidan...

—Solo déjame besarte nuevamente, mocosa.

Ella asintió. Y así me levanté del lugar en donde estaba, y con delicadeza tome su rostro en mis manos. Y así tuve nuevamente la dicha de besar esos labios que me dieron esperanza de volver a empezar.

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Estaba justo en el medio lo que iba a hacer mi vida de ahora en adelante, estaba en el medio del poder salvar a Julieta y a su familia, o salvar las vidas de la mía. Aún así no me podría resignar a perder ninguna de las dos.

Julieta,  La Chica SuicidaWhere stories live. Discover now