Capítulo 41

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Habían pasado varios días desde que llegué a casa, dónde por las noches Mathías se acostaba junto a mí para no dejarme sola. La única luz del sol que veía, era la de mi ventana, ya que dejé de salir desde entonces. La soledad de mi habitación me enseñó que en muchas ocasiones puede ser mala compañía, ya que con ella traía; A la ansiedad, el llanto y el temor. Esas tres cosas me seguían a diario, sin salir de mi habitación.

Varias veces llegué a preguntarme si en realidad yo merecía lo que pasó. Sin en realidad está mierda que ahora estoy viviendo soy realmente merecedora. La verdad es que no sólo me consumía a mi, si no, que se llevaba con ella a lo que más quería.

Cada día sufría porque poco a poco perdía a mi familia y amigos, aunque ellos seguían diciendo que siempre estarán acá, yo sé que yo los estoy alejando.

Y ni hablar de ése chico que me enamoré, de esa estupidez humana que más de una vez hizo mover mi mundo al revés y hacerme enfurecer.

Juro que quise girarme hacia él cuándo lo deje en el jardín de mi casa, quise abrazarlo tan fuerte y decirle que nada de esto tendría sentido si el no siguiera a mi lado. Porque es cierto, añoro tenerlo a mi lado.

Pero ahora nada es igual, yo no seré igual, él nesecita ser feliz de verdad.

Y No pensé que podría dolerme tanto.

Seque unas lágrimas que bajaron por mis mejillas, antes que la puerta de mi habitación se abriera dando paso a la rubia de Michelle.

—Hora de comer. —Quitó las sábanas que me envolvían para dejarlas a un lado. —Es hora de que dejes de comer aire. ¡Vamos levántate!

Solté un pequeño quejido.

—Puedes dejarla acá y luego lo comeré.

—Lo mismo dijiste ayer.—Rodó sus ojos.— Y allí está tú comida.—Señaló el plato de comida que estaba en mi mesa de noche.

Era cierto habían días dónde podría probar un bocado y otros que ni tomar agua podía.

—Te prometo que hoy si. —Me excusé. Pero Michelle me ignoró jalando mis brazos para sacarme de la cama.

—¿Te aseas tú o lo hago yo?

—Michi...

—Bien. Lo hago yo.

Terminó de levantarme para llevarme hacía el baño. Llenó de crema mi cepillo de dientes y acomodó mi cabello en una coleta alta.

—Allí lo tienes, ya puedes empezar, ¿O te ayudo?

Negué.

Michelle se quedó a mi lado, mientras yo me cepillaba. De vez en cuándo la miraba por el espejo, igualmente observandome.

—No sé cómo aún sigues acá.—Dije.

Tapé el sollozo que salió de mi acompañado de unas lágrimas.

Michelle me abrazó por detrás besando mi mejilla.

—Yo siempre estaré acá. Y juntas saldremos de esto.

Asentí.

—Ahora mueve ése culo tan divino que tienes y bajemos a comer.

Jaló de mi muñeca para bajar a la cocina.

La abuela Jade quién se quedaba con nosotros desde hace días, había preparado el desayuno. La hi sonreír cuándo me senté para comer.

—Me hace muy feliz verte acá abajo. —Dejó un beso en la frente.

Mamá colocó un plato al frente de mi antes de sentarse también.

—Buen provecho, hija.

Era increíble la forma en que podemos engañar a los demás. Estaba aquí sentada con mi familia, pero cuándo en realidad sólo quería echarme a llorar sola en mi habitación.

Julieta,  La Chica SuicidaWhere stories live. Discover now