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-¡Lena, hija despierta!- escuchaba los gritos desesperados de mi madre a lo lejos. -¡Qué has hecho!, vamos despierta- su desesperación iba en aumento, pero mis ojos estaban entumecidos, sin fuerza, la oscuridad era cómoda y me daba la bienvenida; y la tranquilidad que tanto estaba buscando.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde mi último recuerdo, a lo lejos se escucha gente ir y venir, corridas y exigencias, no reconozco ningún tono de voz, me dejo ir nuevamente.

Comienzo a abrir los ojos y rápidamente me doy cuenta que estoy en un hospital, la luz blanca me hace doler, y mis parpados se cierran buscando un consuelo de la dura luz.

-Está despertando- escucho la voz de mi padre a lo lejos.

-Hija, despierta- la desesperación en la voz de mi madre todavía está ahí, y solo quiero volver a cerrar los ojos y dejarme ir.

Mi vida no resultó como la había planeado, tengo 23 años y siento que las cosas me han superado notablemente, siento que la juventud no está en mí, cualquiera que viera mi vida de afuera sentiría envidia, crecí rodeada de todas la comodidades que se pudieran pedir, familia adinerada, con contactos, poderosa. El problema estaba justamente en la parte que no se mostraba, el maravilloso matrimonio de mis padres no es más que una farsa, Lionel, mi progenitor, es un golpeador misógino, con mi madre hemos pasado años de maltrato, los golpes fueron incrementando a medida que no cumplía con sus expectativas. No recuerdo haber hecho alguna vez algo que yo eligiera, siempre fue él quien escogió cada cosa en mi camino. Desde el colegio en el cual estudiar, la universidad, por supuesto la carrera a seguir y para completar con mi miseria, también eligió con quien debería salir.

-Lena abre los ojos de una vez, no tengo todo el día para estar encerrado en un hospital-

-Lionel, ¡es tu hija!, por todos los dioses-

Realmente estaba haciendo un esfuerzo por abrir mis ojos ahora, ya no soportaba hacer pasar a mi mamá por todo esto.

Escucho que la puerta se abre.

-Buenas tardes, soy el Doctor Edge, soy Psiquiatra y necesito que me dejen con su hija a solas- escucho las sillas moverse, pero nadie sale de la habitación. –Entiendo que la situación es difícil, y que seguramente tienen muchísimas preguntas que realizar, pero ahora lo importante es que Lena se ponga bien-

-Mi hija no necesita de un psiquiatra, solo debe despertar y la llevaremos a casa- Imagino a mi padre haciéndole frente al Doctor, no creo que haya peor humillación para un hombre como él, que sentir que alguien de su sangre necesite de un psiquiatra.

-Señor Luthor, su hija intento suicidarse y la ley me ampara para retenerla por 48 hs para resguardar su seguridad, así que me gustaría hacer esto de la manera fácil-

-Lionel, vamos-

-Cállate mujer-

Ahora si que abrí los ojos, ya no aguantaba más escuchar a mi padre.

-Lena ¡hija!- las manos de mi mamá me tomaron el rostro, su cara estaba húmeda de las lágrimas, mi corazón se estrujo al ver el escenario. La habitación era completamente blanca y se sentía estéril y sin vida, una buena combinación con mi interior. No tardé en mirar a mi padre, que me miraba con el rostro compungido del asco y la decepción.

-Mamá- logré pronunciar con gran dificultad, mi garganta estaba seca y sentía un profundo dolor de cabeza, volví a cerrar los ojos.

-Lena, necesito que abras los ojos nuevamente- no reconocí la voz, por lo que imagine que era el Doctor, asentí sin abrir los ojos aún.

-Ahora sí, necesito que abandonen la habitación, tengo que revisar a mi paciente y necesito privacidad para eso-

Los pasos no tardaron en escucharse, mi madre antes de irse besó mi frente y acarició mi rostro.

Abrí los ojos.

-Muy bien, tranquila, ahora sigue la luz de la linterna- pasó la luz de un ojo al otro y la seguí con la mirada como pidió. –Lena soy Morgan, tu doctor, estás bien, tu madre te encontró a tiempo, te trasladaron en una ambulancia, se te realizó un lavaje de estómago- cerré mis ojos y los apreté con fuerza, ahora me sentía ridícula, ni siquiera lograba suicidarme.

-Hey, escúchame, sé lo que sientes, y estoy acá para ayudarte, para que juntos superemos esto y no vuelva a sucederte- abrí los ojos nuevamente, no dije nada, mi garganta todavía ardía y la verdad es que no hay algo que quiera decir, el doctor me miraba y transmitía una seguridad que me reconfortaba.

Pero las imágenes de lo sucedido no tardaron en volver, el frasco de pastillas, la botella de whisky, el dolor de cabeza, y las lágrimas. Todo era confuso, pero algo había claro, mi determinación en el momento no vaciló. Me tomé todo el frasco de Prozac sin dudar.

-Lena, necesito que hables conmigo- miré al doctor y asentí. –Bien, ¿cómo te sientes?-

-No lo sé-

-Bueno eso es normal, físicamente estás bien, te recuperarás con facilidad- su mirada se desvió hacia la mesilla a mi derecha, y rápidamente volvió a centrarla en mis ojos. –En lo que tenemos que trabajar es en tu salud mental-

-Me encuentro bien, no volverá a suceder- hablé con determinación, aunque la garganta me ardió como si tuviera los conductos llenos de arena.

-Lo sé, trabajaremos para que eso sea así-

-No, lo único que necesito es irme a mi casa y dormir- intenté levantarme, pero una mano en mi hombro derecho impidió mi patética huida.

-Lena, necesitas ayuda – desvié mi mirada, ya no quería verlo, me sentía patética. Mis ojos se llenaron de lágrimas pero las retuve con dificultad, no quería seguir llorando. –Ahora voy a salir y hablar con tus padres, para informarles de que estás bien, si estás de acuerdo puedo dejar pasar a tu madre unos momentos después- asentí sin mirarlo.

Se levantó de la silla en la que estaba, revisó por última vez el suero al cual me encontraba conectada y se retiró no sin antes dedicarme una sonrisa suave.

Me quede mirando el techo, blanco y sin vida como todo lo demás, no escuchaba nada, el silencio era abrumador, los parpados comenzaron a pesarme, y me dejé llevar por el sueño, realmente no había nada mejor en este momento que dormir, al menos en esos momentos, no debía pensar en la cosas que estaban pasando al mi alrededor.

-Hija- abrí los ojos, y estaba mi mamá sentada en la silla a la derecha de la camilla, me miraba con ojos tristes e hinchados por las lágrimas. –Tranquila estarás bien, voy a protegerte- su mano derecha acariciaba mi mejilla, mientras con la otra tomaba mi mano y dejaba suaves toques en mis dedos, la sensación era pacífica. –El doctor y yo estuvimos hablando, y tenemos una idea para ayudarte, pero necesito que estés de acuerdo- sus ojos azules brillaban buscando mi aprobación.

La puerta se abrió e ingresó nuevamente el doctor con una carpeta en sus manos, de mi padre ya no había noticias, lo más probables es que no haya aguantado la humillación y hubiera corrido a esconderse detrás de su escritorio.

-Lena, necesito hablarte de algo, y quiero que escuches con atención y seas receptiva- mi madre se movió de donde estaba y se paró junto al doctor.

-¿Que decidieron?- no me interesaba ya luchar contra nada, me da igual lo que quieran hacer, desvié mi mirada al techo.

-Lena, con tu madre pensamos que lo mejor es que pases un tiempo en un internado, con ayuda constante, con profesionales que puedan asistirte- miré directo a los ojos de mi madre, habían decidido encerrarme en un puto psiquiátrico, y lo peor de todo es que me daba igual. 

Impulso - SupercorpWhere stories live. Discover now