3.

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Tuve mi primera sesión con el psiquiatra, no avanzamos demasiado, leyó mi expediente, hizo preguntas superficiales y decidió medicarme, antidepresivo y ansiolítico, linda combinación. Solo había pasado un día, no he hablado con nadie, después de la terapia de grupo me dediqué a recorrer el lugar, en realidad no era tan feo, entendí que todos sufríamos de diferentes patologías, había chicas con trastornos bipolares, algunas buscaban superar adicciones, otras como yo no servían ni para quitarse la vida.

La noche llegó pronto y lo agradecí, necesitaba dormir con urgencia, pero antes debía pasar por una especie de ventana donde te daban los remedios, estaba haciendo fila, todas tomaban algo por lo visto.

-Lena Luthor- la enfermera me miró reviso la ficha y extendió un vasito con dos píldoras adentro y un vaso de agua.

-Abra la boca, suba la lengua, pegada al paladar por favor- revisó que me haya tomado los remedios.

Me dirigí a la habitación, el pasillo se encontraba en completo silencio, entre sigilosa, no había vuelto a ver a Kara después de lo que pasó. Ella estaba recostada leyendo un libro, se veía relajada con el pijama puesto.

Me giré hacia el placard y busque ropa para cambiarme, la idea de tener que sacarme la ropa frente a ella no era lo que más me gustaba, pero los ingresos al baño ya no estaban permitidos a no ser que fuese una urgencia. Me cambié rápidamente y con mucho disimulo retiré las pastillas de mi boca que no había tomado, y las guardé rápidamente dentro de la maleta. No estaba dispuesta a tomar antidepresivos, ni siquiera quería estar encerrada en este lugar. Solo lo hacía para que mi madre no terminara de pagar por mi desgracia.

Fui hacia mi cama en silencio, la temperatura del lugar era agradable, y la compañía de mi silenciosa compañera no era tan molesta.

Me giré dispuesta a callar mis pensamientos y dormir, era la primera noche en un puto psiquiátrico.

Y era algo que nunca hubiera imaginado, cuando me fui de mi casa a los 18 años a estudiar a Harvard, administración de empresas, una carrera que no me interesaba para nada, pero era lo que Lionel había decidido, imaginaba que al salir de su vista iba al fin poder decidir algo por mi cuenta, pero estaba tan equivocada, la primer semana en la universidad mi padre apareció con mi peor pesadilla a su espalda. Jack Spheer, un joven simpático a primera vista, pero un monstruo calcado a Lionel en el fondo. Obviamente me obligaron a salir con él, la empresa familiar debía cerrar un importante negocio con la familia Spheer y a mi padre se le ocurrió que la mejor manera de manipular el trato a su antojo era convertir a su hija en la nueva novia del hijo de los Spheer. Ese fue el principio del fin para mi vida de mierda.

Los ojos comenzaron a arder frente a los recuerdos, lo mejor era dormir y olvidar, tal vez con un poco de suerte y no vuelvo a despertar.

-¡Eres una inútil de mierda! Es un maldito café Lena, no sirves ni para hacer un puto café de mierda- Jack azotó la taza contra la pared y su mano dio directa en mi mejilla, los ojos se me llenaron de lágrimas la impotencia recorría todo mi cuerpo.

-Por favor disculpa, de verdad que lo voy hacer mejor-

-Deja de pedir disculpa por todo y haz las cosas bien a la primera- su mano agarró con fuerza la el cuello de mi camisa y acercó mi rostro al suyo. –Y es mejor que mejores Lena, porque sin mí la empresa de tu padre se va a la mierda, y tú eres tan miserable que no sé qué harías si te dejara- empujó mi cuerpo contra la pared y se retiró.

-Lena, despierta, vamos- escuchaba que susurraban mi nombre a lo lejos. –¡Lena!- un grito terminó por despertarme y abrí los ojos agitada, el recuerdo de la pesadilla y el dolor de mi cuerpo parecían completamente reales. Los ojos de Kara me miraban de cerca, no entendía nada.

-Estabas gritando y no parabas de moverte y llorar- me explicó volviendo a su cama, su rostro lucia preocupado.

-Perdona, no quise despertarte-

-Espero que esto no se repita, no me gusta que me despierten- y me dio la espalda automáticamente.

Elegí no responderle, de hacerlo la tendría que haber mandado a la mierda, ya tenía suficiente con los recuerdos que habían avivado mi pesadilla, lamentablemente así era mi vida.

La mañana había pasado rápido, tuve una sesión con mi terapeuta, con la cual congenié para mi suerte, era una señora de alrededor de los 50 años regordeta y habladora. Le conté de mi pesadilla de la noche anterior, y me animó a conocer a mis compañeras de encierro.

Estaba sentada con Samantha Arias en el jardín, sus ojos marrones brillaban mientras hablaba y hablada de todo y de nada.

-¡Oh! No te conté lo más importante- su cuerpo se giró completamente para mirarme de frente –Tu compañera de habitación es una acosadora, la anterior la denunció porque la quiso tocar mientras dormía- mi cuerpo se estremeció de pensar que algo así me pudiera pasar, instintivamente recordé el rostro de Kara despertándome la noche anterior y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

-¿Estás segura?-

-Si obvio, fue todo un acontecimiento, ella lleva aquí dos semanas solamente y ya tiene toda una reputación, porque crees que siempre está sola?-

Así como soltó la bomba desapareció, Samantha se paró del banco que compartíamos y se fue sin dejarme reaccionar. Realmente me costaba ver a Kara como una acosadora, pero no la conocía de nada, no necesitaba de más dramas en mi vida y ahora tenía que cuidarme hasta de dormir.

Me quedé sentada y observé con detenimiento a Kara, se encontraba recostada contra un árbol con las rodillas contra se pecho y los brazos la envolvían, su mirada se veía perdida, era difícil verla como una acosadora en potencia, parecía un chica triste y atormentada por la culpa, el sufrimiento era palpable en su mirada.

-Lena, tienes una llamada- Kelly Olsen habló a mis espaldas.

-¿Quién es?-

-Tu prometido- un escalofrío recorrió mi columna vertebral, las palabras se fueron de mi boca. –Dijo que era urgente-

-No... no quiero hablar con él- titube

Kelly se acercó a mí y puso sus manos en mi hombro.

-No hablarás con él, quédate tranquila, ahora lo informamos, y si no te hace bien, pediremos que no vuelva a llamar- acarició mis hombros

-Por favor- alcancé a responder con un nudo en la garganta.

No responder su llamada podía ser lo peor, pero no puedo hablar con él, no todavía, el recuerdo de nuestro último encuentro todavía está muy fresco en mi mente, seguramente mi padre se había encargado de comentarle lo que pasó, aunque imagino que la historia no será contada con la verdad. No quiero ni imaginarme que es lo que estará sucediendo afuera de este lugar. 

Impulso - SupercorpWhere stories live. Discover now