4.

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-Ok, este es tu cuarto día aquí y por eso te toca cita con el más guapo- mi psicólogo, un hombre de unos 50 años, simpático y bromista, me caía bien. –Ahora hablando en serio, bienvenida Lena, es un gusto conocerte a pesar de las circunstancias-

-Igualmente, supongo- me encogí de hombros, desde la llamada de Jack he estado evitando hablar demasiado, el miedo volvió a sentirse en todas las extremidades de mi cuerpo y no sabía cómo evitarlo.

-Según tu expediente, ya has pasado por el psiquiatra, la terapeuta y las tan temidas terapias grupales, solo te falta conocerme a mí, y realmente espero que podamos trabajar juntos para mejor tu estada, ¿bueno?- dejó el expediente sobre su escritorio y me habló por encima de sus anteojos.

-Bueno-

-Ok, no eres muy conversadora por lo visto, te parecería más fácil si te realizo algunas preguntas-

-Sí creo que sí-

-Bueno vamos por lo fácil, ¿por qué estás aquí?-

-¿Cómo?- y esta se suponía que era su pregunta fácil.

-Sí, ¿por qué terminaste aquí Lena?, sé lo básico sobre ti, intentaste quitarte la vida, tomaste pastillas- su sinceridad congeló mi cuerpo. –Quiero saber cuál fue esa última gota que llenó tu vaso, cuál fue el motivo que te impulsó a la decisión- me removí incomoda en mi asiento. –No estés a la defensiva, no quiero conocer toda la historia, al menos por ahora, hoy solo hablaremos de ese último impulso-

Miré su rostro analizando que contarle, ¿qué fue lo hizo que terminara de tomar la decisión de no vivir más?

-Lo último que recuerdo de esa noche fue discutir con Jack, mi prometido, todo se había salido de control, estábamos en la empresa de mi familia, una reunión no había salido como Jack esperaba – los recuerdos de esa noche venían como fragmentos a mi mente.

-¡Lena todo esto es tu maldita culpa! Te dije que no tenías que aparecer por aquí- azotó la puerta de la oficina acorralándome en su interior.

-¡No seas sínico!-

-¡Esa mujer que acabas de echar es una de las empresarias más ricas de la ciudad!-

-¿¡Y por eso tenías que follartela!?- aparecí por la oficina justo en el momento que mi prometido levantaba las piernas de la mujer encima del escritorio para penetrarla.

-¡Idiota, tú sabes bien que lo no consigo en casa tengo que buscarlo en otro lado, y mejor aún si consigo un trato millonario de por medio!- estábamos en la empresa de mi familia, y sorpresivamente eso no me daba ningún poder sobre él, mi padre lo había elegido y poco importaba si me era fiel, si me quería o si le daba igual.

-¡Eres un maldito hijo de puta!- le grité completamente enfurecida. Su puño fue directo a mi estómago.

-Cuida tus palabras mujer- y una patada se incrustó en mis costillas.

Las lágrimas caían en mi rostro mientras contaba lo sucedido a mi psicólogo.

-Creo que fue esa la gota que rebalsó mi vaso, lo que provocó que el impulso terminara ganado sobre la razón- usé los puños de mi camisa para borrar las lágrimas.

-¿Esa no fue la primera vez que te golpeaba no?- me preguntó suavemente, mientras me tendía una caja de pañuelos descartables.

-No, pero creo que esa fue la más humillante-

El tiempo con el psicólogo terminó, y me sentí un poco más liberada, era la primera vez que le contaba a alguien lo que estaba pasando en mi vida. Jack y mi padre se habían encargado de que no tuviera a nadie más en mi vida. Estaba sola, mi madre era el único apoyo con el que contaba, pero de poco servía, la vida de Lilian no creo que sea muy diferente a la mía. El psicólogo me pidió que me acercara a mis compañeras, que me animara a socializar más, que no tenga miedo de las personas.

No es tan simple para mí que logre acercarme a alguien, ni siquiera sé cómo hacerlo. Todas las relaciones que tuve eran una farsa, una sonrisa falsa en alguna cena de negocios, como novia florero por supuesto, una conversación impuesta para quedar bien con las esposas de los empresarios con los cuales Jack o Lionel debían cerrar un trato comercial. Ni siquiera en la Universidad pude tener amigos, Jack ya estaba ahí para prohibirme todo.

-Lena Luthor- otra vez la enferma detrás de la ventanilla quería darme mis remedios.

-Gracias- los tomé, a modo de rutina levante mi lengua y la pegué al paladar.

-Siguiente-

Era mi cuarta noche en este lugar, ya no lo llamaba puto psiquiátrico, no era tal cosa, de a poco fui descubriendo que no estábamos locas, tan solo estábamos perdidas y necesitábamos ayuda.

Como cada noche Kara estaba leyendo, la relación con mi compañera era esa, una mirada, un asentimiento a forma de saludo y ninguna palabra.

Mecánicamente fui hasta donde estaban mis pertenecías saqué los remedios de mi boca y los escondí junto con los demás. Busqué mi pijama, me cambié rápidamente y fui hacia mi cama.

-No creo que te den los remedios para que los escondas-

-No es algo que te incumba-

-Lo sé, solo que si quieres salir de aquí te conviene seguir los pasos- me giré en la cama para mirarla. Kara seguía tumbada con el libro entre sus manos, sus piernas estaban flexionadas y su pantorrilla derecha descansaba sobre su rodilla. Había algo en ella que llamaba mi atención, siempre se veía tan taciturna y abstraída, como si no le interesara nada de lo que sucedía.

-No te preocupes por mí-

-No lo hago- dejó el libro sobre la mesita del medio y apagó la luz de su velador.

-Mejor- respondí para tener la última palabra.

Me giré en la obscuridad, estaba agotada, no tardé mucho en sucumbir al sueño.

Sentía que estaba cayendo, el cuerpo me hervía y no tardé en sacudirme con fuerza, unos brazos fuertes me tomaron y abrazaron.

-Tranquila Lena, fue una pesadilla, estás bien- Kara acunaba mi cuerpo contra el suyo intentado darme la paz que parecía haberse esfumado en sueños. No recordaba la pesadilla esta vez. Pero una sensación de tranquilidad invadió mi cuerpo, me deje abrazar y lloré en sus brazos por un largo tiempo.

-Todo va a mejorar, ya lo vas a ver- su voz era suave y dulce. Acariciaba mi espalda despacio.

El rostro de Samantha Arias, junto con su última conversación vinieron a mi mente de golpe. Y con la misma velocidad me separé de Kara. Mi compañera era una supuesta acosadora.

-No me toques-

Kara se paró rápidamente de mi cama, me miraba con el rostro desencajado desde los pies de la misma.

-¿Qué te sucede? Solo quería ayudarte-

-No quiero tu ayuda, no quiero que intentes algo conmigo- susurré aún con lágrimas en los ojos.

-¿De qué demonios estás hablando?- me pregunto sin levantar la voz.

-Sé lo que hiciste con tu compañera anterior- no podía mirarla a la cara.

-¿Mi compañera anterior?, tú eres mi primer compañera- su rostro lucía enfadado y confundido a la vez.

-Samantha me dijo- y no me dejó terminar.

-Oh Dios, no puedo creerlo, Samantha es mitómana Lena, no sé qué diablos te habrá dicho, pero me queda bien en claro qué no sé para qué me preocupo por ti- 

Impulso - SupercorpWhere stories live. Discover now