22.

900 127 4
                                    


Pasaron cinco condenados días desde que la vi en los laboratorios, cinco condenados días donde fui todos los días a verla, mi mente era un completo caos.

No volví a mi casa, dormí en el sillón de la oficina, Jack no se sorprendió ni se molestó en buscarme, total lo que él necesitaba de mí lo tenía, me hizo llegar por su secretaria/amante, llamada Carol, unas fotos que debía publicar en instagram, éramos nosotros sonrientes en la inauguración de un hospital, la semana pasada. Tecleé en mi celular las palabras textuales que él mandó a poner junto con la foto. "Es un gran honor para mi y mi esposo inaugurar el ala de oncología infantil del Memorial Señority, esperamos que los avances y la salud acompañen este nuevo proyecto". Todo malditamente falso, el ala de oncología no era más que un truco publicitario para blanquear los negocios de mi padre y de Jack. Terminé de escribir y tiré mi celular sobre el escritorio.

Escuché unos golpecitos en la puerta y vi el rostro de Grace asomarse. -Señora Spheer- mis ojos se pusieron en blanco, a lo que ella rio. -Lena, ¿vas a ir a almorzar a los laboratorios de nuevo?-

-Si, ¿tienes el almuerzo para todos?- esa era mi excusa para bajar cada día, les llevaba el almuerzo a los cuatro personalmente.

Todos miraban raro mi actuar, nunca había bajado tanto a los laboratorios, a lo sumo iba dos veces al mes, pero no podía alejarme de ella, Kara había vuelto a mi vida, y yo me sentí nuevamente de 23 años cuando estaba cerca de ella. Ella era como el sol, y yo un triste, solitario y frío planeta que orbitaba a su alrededor.

La realidad es que no me hablaba, siempre me trataba de "Señora Spheer", y cada vez que buscaba la oportunidad de hablar con ella de algo más personal, ella salía disparada con excusas poco creíbles. Lo poco que pude saber era que tenía un perro llamado Krypto, que Clark su hermano vivía cerca de su departamento y que su madre le mandaba todos los viernes sopa de pollo, por supuesto que nada de eso me lo contó a mi, me enteré escuchando sus conversaciones con el Dr Schot.

-Buenos días- entré a los laboratorios cargadas de comida poco saludable, pero me había dado cuenta que era la favorita de los cuatro, potstickers, papas fritas, hamburguesas, sushi.

-Lena, nunca dejes de venir, por favooooor- Alexander se me abalanzó quitándome la comida de las manos, colocándola sobre una mesa vacía. Los cuatros se acercaron a la mesa. Luego de bajar cinco días seguidos a pasar tiempo con ellos, habíamos agarrado confianza, ellos me trataban con naturalidad y en algunas ocasiones me pedían alguna ayuda para realizar algo, todos menos Kara, ella seguía estoica guardando una importante distancia entre nosotras.

Mi oficina estaba prácticamente ahí abajo junto con ellos, todos los días bajaba mi computadora portátil, los papeles por firmar y mi celular para trabajar junto a ellos todo el tiempo que me fuera posible. Me iba solo para reuniones, sabía perfectamente que mi comportamiento era extraño y no del todo sano, pero no podía evitarlo. Me insistía a mi misma que solo quería averiguar si Kara era feliz, solo eso, que no había segundas intenciones. Ya no estábamos encerradas y ya no había oportunidades para nosotras.

-Señora Spheer, buenos días- los ojos de Kara brillaron cuando vieron los potstickers, había logrado descifrar que eran sus favoritos, y todos los días se los llevaba.

Me quedé parada un poco rezagada del grupo, viendo cómo comían y discutían los nuevos avances de la investigación.

Mi celular sonó interrumpiendo mi oportunidad de escuchar algo más sobre ella. Era Carol, la rubia estoica, de piernas infinitas, que gracias a todos los cielos se follaba a mi marido.

-Dime Carol- siempre era sumamente amable con ella, una parte mía se alegraba de que existiera y se abriera de piernas para Jack. -Ok, ¿cuándo?, si si mañana a la noche, ok... si si ahí estaré... ¿de gala?... oh mejor entonces... si muchas gracias Carol, que tengas un hermoso día- corté.

Cena con inversionistas para el proyecto que llevábamos adelante, unos malditos chinos quieren conocer al puto senador y obvio su inteligente esposa que hace posible la investigación.

No todo era tan malo, pude ver por el rabillo del ojo que Kara no me quitó la mirada de encima durante toda la llamada telefónica.

Todos terminaron de comer y volvieron a sus labores, pero para mi sorpresa Kara no se movió de la mesa. Sus ojos se clavaron en mí.

-Nunca comes- me acusó.

La miré y mordí mi labio inferior en el proceso, se parecía tanto a la Kara de cinco años atrás preocupada por mí.

-No tengo hambre- le resté importancia, la verdad era que mis hábitos alimenticios eran un desastre, vivía a café y vitaminas. Mi estómago siempre estaba cerrado de la amargura.

-Ven, acompáñame- me insistió y arrastró dos sillas a la mesa.

Nunca podría negarme. Me senté a su lado y un vendaval de emociones recorrieron todo mi cuerpo. Necesitaba hablarle.

-Kara... ¿Cómo has estado?- hablé bien bajo para que solo ella me escuchara, y entendió que no me refería a estos días, que le preguntaba por los cinco años de ausencia. Su semblante se volvió más serio.

-No es momento de hablar Lena, tal vez en algún futuro lo hagamos, pero no ahora-

-Esto me recuerda a nuestras conversaciones pasadas- las lágrimas ya estaban luchando por escapar de mis ojos.

-No, nada es como en el pasado Lena, yo no estoy evitando hablar contigo porque no me entienda o porque esté confundida, o porque me pueda la culpa como antes, lo hago porque no se si quiero saber tu historia, no sé si quiero conocerte nuevamente, no se si quiero contarte como he estado, que he hecho de mi vida durante estos cinco años-

Ni todos los golpes recibidos de mano de Jack o de Lionel dolieron tanto como esas palabras que salieron de sus labios.

Tragué el nudo en mi garganta, necesitaba seguir hablando con ella.

-Perdóname-

-No hay nada que perdonar señora Spheer-

-No me llames así por favor-

-Ese es tu nombre ahora ¿no?-

-Kara...- ella me dejó sentada sola, por supuesto que no pude comer, ni quedarme más tiempo rondando por ahí, necesitaba gritar, tanto como necesitaba abrazarla.

Salí disparada hacia los baños, me encerré en unos de los cubículos y lloré, lloré como hacía tiempo que no lo hacía, necesitaba tanto sacar este peso de mi interior, tenía que soltar todo. Y en momentos como este extrañaba tanto a mi psicólogo. 

Phill fue el único que a la salida abrupta del psiquiátrico busco tener contacto conmigo, pero siempre fue interceptado por Jack, mi madre o Lionel, intentó hablar conmigo por un año entero, hasta que imagino que se agotó de insistir y no volvió a llamar.

Maldita vida de mierda.  

Impulso - SupercorpWhere stories live. Discover now