Libro 1 Capítulo 5

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Inglaterra

En el verdadero hogar de Hope, muy lejos de Francia o lo suficiente como para que Niklaus se sintiera nervioso de no estar al alcance de su única hija en caso de que esta necesitara un escudo, el castillo parecía haber quedado sin vida después de su partida.

La reina se pasaba todas las mañana en aquella habitación vacía en donde antes dormía su adorada hija, sus ojos verdes ya no eran tan cálidos como Hope los recordaba. Niklaus buscaba estar el día lo más ocupado posible, atento a la llegada de cualquier mensajero que pudiera darle alguna noticia con respecto a su heredera.

- Nik -Fue una de sus dos hermanas quien buscó sacarlo de entre tantos papeles, sumido desde hacía semanas en asuntos que concernían a la economía del país- El vizconde de Northumbria ya está aquí, los sirvientes tienen los caballos listos para que puedan salir de caza en las primeras horas de la tarde -

Tenía que revisar estos papeles para cerrar un contrato con el reino de Sicilia, tal vez incluso podría enviar a Elijah a que tratara con estos comerciantes en persona.

- Estoy ocupado, Rebekah -El monarca le respondió sin siquiera despegar la vista de sus asuntos, sellando un par de cartas con el logo de la casa real- Creí hace una semana haber enviado un mensajero para informar al hombre que su rey estaría muy ocupado para recibirlo -

- Finn fue capaz de intervenir el mensaje poco después de que este dejara el castillo -Su hermana tomó la falda de su vestido, comunicándole aquello mientras bajaba los pequeños escalones para terminar de adentrarse en el despacho del monarca- El vizconde Hildegard asegura las tierras en el norte, gran parte de la frontera con Escocia si debo ser más precisa. Podrás ser el rey, Nik, pero el poder de todo monarca viene de los nobles que son capaces de proteger los dominios que su majestad le otorga -

- Algunas veces creo que naciste para ser reina -El hombre se rió, recostándose sobre su asiento mientras abandonaba la pluma que había estado utilizando toda la mañana.

Su adorada Rebekah, la joya más joven de la difunta reina Esther Mikaelson.

Nik apreciaba a la chica con toda su alma, con aquella pequeña parte de él que muy pocas personas habían tenido la suerte de conocer. La niña había sido como una luz en sus tiempos más oscuros; durante el reinado de su padre Mikael así como durante el ascenso temprano de Klaus al trono tras la muerte del primero en 1559.

- No mentiré, la corona se vería fantástica en mi cabeza -Encogió su hombro derecho, parpadeando con una lentitud abrumadora.

Se puso de pie frente al escritorio de Niklaus, arrastrando la yema de sus dedos por la impoluta madera de roble. El rey podía apreciar, mientras la mirada de la misma yacía sobre la pila de papeles de índole diplomático, que en estos momentos la chica agradecía no haber sido la primogénita del tan polémico matrimonio de Mikael y Esther.

- Si, podría verse fantástica pero esta se encuentra sobre mi cabeza y es mi decisión la que siempre será tomada en cuanta a final del día -Respondió en un tono que apenas rozaba la gentileza, claramente poco feliz de que los miembros de su propia familia actuaran tras su espalda para lo que ellos consideraban un bien a la corona- Estoy ocupado, el vizconde deberá volver a su territorio para seguir cumpliendo su deber para con el monarca que le ha dado todo lo que ahora tiene -

- Sabes que no tienes que amenazar a todo el mundo, ¿verdad? -Su hermana menor le comentó con fastidio, rodando sus ojos con una agresividad reconocida.

- Es lo que mejor hago, ahora infórmale a este mis deseos -Ordenó haciendo un pequeño ademan con su mano, incitándola a abandonar el despecho para cumplir con el deseo no solo de su hermano mayor sino que también de su rey.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ