Libro 1 Capítulo 21

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La heredera al trono de Inglaterra volvió a sorprenderse, de forma poco notoria para aquellos que no la conocían a la perfección, cuando por tercera vez dejaron que Josie saliera del palacio con solo un escolta para protegerla en su instancia fuera de la corte.

Algo en la mente de Hope remarcaba que dicha decisión por parte de los monarcas se debía a que la princesa de Francia no había comentado el trágico incidente en su fiesta de cumpleaños; aquel ocurrido cuando todos dormían y ella era arrastrada hacia lo profundo del bosque para un fin demasiado claro y poco agradable. Josette le había comentado, muy por arriba y con rápidas intenciones de cambiar el tema de conversación, que mencionar a la corte lo sucedido solo haría que los miembros más altos del sitio comenzaran a cuestionar su fortaleza como futura monarca; la chica ya tenía un gran historial de intentos de asesinato que no hacían más que, en sus exactas palabras, exponer "lo vulnerable que era, lo vulnerable que dejaba a Francia".

Por otro lado la joven Mikaelson no sabía que hubiera pasado si aquel acontecimiento no hubiera quedado entre las dos, sepultado para jamás ser conocido. Tal vez Alaric II habría aumentado la seguridad no solo en la corte sino en el entorno de su hija, en ese entonces jamás habrían podido volver a tener tiempo a solas. Tal vez Hope habría sido sentenciada a la horca por su pésimo servicio, habiendo dejado sola a la princesa cuando su trabajo era exactamente lo contrario, o tal vez habría sido condecorada por su valiente acción, alabada por todo el reino de Francia como si la misma fuera un gran héroe de guerra.

Aquella última opción acarreaba con la posible consecuencia de que el rumor recorriera toda Europa en cuestión de semanas, rápidamente alcanzando los oídos de su padre en Inglaterra. El infame Niklaus Mikaelson hubiera estado muy decepcionado de escuchar que su única hija no solo había perdido la oportunidad perfecta sino que también la había evitado hasta con su último aliento, como si no pudiera hacer menos. Podría haberla dejado morir, en ese caso sus manos hubieran quedado limpias de sangre y podría haber vuelto a casa sin mucho problema. Su padre no entendería aquella decisión, su padre jamás la perdonaría por ello. Fue a causa de eso que Hope agradeció y no refutó la idea de Josette; quedarse calladas beneficiaría a ambas de formas que no podían llegarse a explicar la una a la otra.

Esta vez Josette no rechazó el carruaje que se le había ofrecido, sus piernas estaban adoloridas por la cantidad de veces que había subido las escaleras durante la mañana, y Hope agradeció no tener que ensillar los caballos pese a que perfectamente podía ordenar a alguien más que lo hiciera. Antes del mediodía un joven cochero las puso en marcha y cuando quisieron acordar ambas se encontraban en el corazón del pueblo, el bullicio del mismo llenando sus oídos de forma esperanzadora.

Hope golpeó con su mano la madera tras su espalda, advirtiéndole al joven que detuviera los caballos. Prosiguió a abrir la puerta del carruaje para bajar del mismo, tendiéndole la mano a la castaña que con paciencia recogía la falda de su elaborado vestido para no tropezar con el mismo. Elizabeth, en los días en los que Hope y Josie no hablaban debido al reciente compromiso de esta última con Lord Kirby, había aprovechado los oídos de la pelirroja para mencionarle a la misma su increíble admiración por el sastre real; aquel que confeccionaba vestidos para la casa real de Francia desde que las gemelas tenían seis años.

- Ten cuidado ahí, Jo -Hope advirtió sobre una pequeña roca que sobresalía del piso, la misma pasando ligeramente desapercibida debido a la sombra que proyectaba sus cuerpos.

La Delfina fijó la vista en el adoquinado y con cautela terminó de bajar el último escalón, quedando junto a la chica.

- Gracias -Sonrió en agradecimiento sin soltarle la mano pese a que ya estaba segura, ambos pies en tierra firme.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Where stories live. Discover now