Libro 1 Capítulo 11

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Hope Mikaelson no había podido dormir esa noche, o las pocas horas que tuvo antes de que el sol volviera a salir el diecisiete de Marzo, y de verdad dudaba que pudiera hacerlo mejor al día siguiente; la culpa la carcomía lo suficiente como para no permitirle pegar un ojo ni siquiera durante unos miserables minutos.

Había salido de los aposentos de la princesa, tras un incómodo acuerdo silencioso que inmediatamente siguió a aquellos dos o tres besos, en medio de tropezones y un silencio sumamente pesado. Su mente, incluso cuando no quería, volvía a recaer en los mismos recuerdos una y otra vez pese a que ya los había repasado cientos de veces en las últimas diez horas.

Cerró los ojos pero aquello solo provocó fugaces imágenes de los labios de Josette sobre los de ella, la calidez de su aliento y el jadeo inoportuno de la misma. Estaba segura, como que era la hija del infame rey Niklaus Mikaelson, que todavía sentía los dedos de Josie acariciando su nuca; el fantasma de la misma erizándole la piel con la delicadeza del tacto.

Abrió los ojos para enfrentar parte del jardín que tenía enfrente, aquel por el que caminaba con bastante pereza en busca de alguna brisa que borrara todos sus recuerdos de la noche anterior.

Debió haberse apartado, debió haber corrido su rostro o vociferado algo en forma de rechazo; básicamente debería haber hecho todo menos lo que realmente hizo, eso de permitirlo y en peor parte disfrutarlo. Esa era su verdadera preocupación, la de no haberse sentido fatal ante la cálida sensación que se había extendido por su pecho; la de sentir todo lo que sabía que no debía ni quería sentir.

Volvió a cerrar sus ojos pero esta vez en su mente no se encontraba la imagen de Josette sino la de su familia, a quienes no veía desde hacía un mes y algo más de dos semanas. Su padre estaba impaciente, la movilización de una parte importante de las tropas inglesas a Sussex y Wessex evidenciando aquello de una forma muy fuerte; por lo menos lo suficiente como para alertar a Alaric y sus asesores.

A flote volvieron a surgir nuevos sentimientos, esta vez más pesados, más oscuros. Sentía que los había traicionado, que había fallado en todo aquello que ellos le habían enseñado a lo largo de su vida.

¿Cómo es que había pasado de estar extremadamente determinada a cumplir con su misión de asesinar a la princesa a terminar besando a la misma en los aposentos de esta? ¡Peor! A no solo disfrutarlo de aquello sino que tambien desear que volviera a ocurrir una y otra vez; hasta que su boca doliera. 

Sacudió con rabia su cabeza, impidiendo el impulso de querer destrozar todo lo que estuviera a su paso; lo que valía recalcar que no eran más que inocentes arbustos y flores silvestres.

Josette debería estar muerta y lo único que estaba hasta el momento era bien colada en sus malditas entrañas; algo que le fastidiaba por completo debido a que le hacía creer que Hope era como cualquier otro ser humano sin gracia, una persona sumamente débil y tonta. En realidad le fastidiaba porque Hope sentía que ya no tenía control sobre ella misma, que era un barco a la deriva en busca de encallar, con algo de suerte, en una buena playa.

Maldijo porque a pesar de sentirse fatal aún experimentaba una adrenalina sumamente abrumadora que le arrebataba una sonrisa cada vez que pensaba en aquel beso, en aquel sonido que Josette con bastante pena había dejado colar por sus labios.

¿Había estado evitando a la princesa la mañana siguiente a aquello? Si, o por lo menos lo que podía considerando que su trabajo en el lugar era precisamente ser su sombra; algo a lo que se había limitado de forma muy estricta.

¿Alguna de las dos había mencionado el suceso de la noche anterior? No, con suerte ambas habían podido hacer contacto visual dos veces sin que un rubor intenso las hiciera parecer dos tomates de la huerta que el cocinero con tanto furor presumía.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora