Libro 1 Capítulo 23

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Pese a que no lo quisiera lo recuerda con total claridad, se repite una y otra vez en su tan fatigada mente. Vuelve a repasarlo con algo de voluntad, como si estuviera castigándose con ello. No le resulta extraño este maquiavélico mecanismo, su tío Elijah suele castigarse de la misma forma.

Camina sin rumbo por el desolado lugar, los pasillos están congelados y Hope tiene la idea de que nunca había sentido tanto frío antes. Siente que ese mismo frío, propio del invierno y la más traicionera de las noches, cala entre sus huesos hasta sacudirle la médula. No solo siente sino también observa cómo los vellos de su brazo se erizan en alerta o miedo, lleva un vestido que deja al descubierto sus hombros y prominentes clavículas.

No lleva cualquier vestido, lleva el de aquella noche, aquella noche que es incapaz de poder borrar de su memoria.

Cierra los ojos por dos segundo y exhala lentamente por la boca, fallando en su intento de controlar las insistentes náuseas que amenazaban con desestabilizarla sin piedad alguna. Al abrir los ojos sus pupilas deben volver a acostumbrarse a la oscuridad que envolvía a la corte a esas horas de la madrugada, horas donde los suspiros no hacían más que perderse en la tétrica inmensidad del sitio.

No había nadie, nuevamente se encontraba sola.

Vuelve a caminar a un paso sumamente pesado, doblando en el primer pasillo con el propósito de alcanzar la entrada principal del palacio. No sabe la razón de aquello, simplemente lo hace como si su cuerpo actuara por sí solo. En un abrir y cerrar de ojos, de forma bastante difusa, ya había abandonado la estructura y yacía de pie en el césped de uno de los tan arreglados jardines. Siempre se veían fascinantes, llenos de llamativos colores una vez alcanzaba la primavera. Hoy se veía gris, las flores estaban marchitas y a los árboles se le habían caído todas las hojas.

Camina, la luna baña su silueta y la noche parece trágicamente hermosa en anticipación del desastre que se avecina. Camina, su brazo izquierdo quiebra una fina rama cuando de forma sonámbula se adentra al ya conocido bosque de la enorme propiedad de los Saltzman. Sangra pero no le importa, de hecho ya sabía que su brazo iba a sufrir aquel arañazo. Camina y jadea porque sabe lo que va a ocurrir, lo repasó un millón de veces y el resultado jamás había sido distinto.

La espada en su mano se siente pesada, su mano se siente pesada, su cuerpo entero se siente pesado. El arrepentimiento la abruma con rapidez pero ella lo expulsa de su cuerpo a la misma velocidad porque sabe que no puede dejarse caer, no otra vez. Sabe que el curso de la historia depende de ella, que cada paso está fríamente revisado por todo aquel que la rodea. Sabe lo que tiene que hacer, sabe a lo que ha venido.

Camina y cierra sus ojos cuando la hoja de acero en su mano derecha se entierra por la espalda del primer hombre arrodillado ante ella, cada célula de su cuerpo arde debido a la traición jamás vista. Contiene las náuseas y tira su cabeza hacia atrás, llenándose de algo que no reconoce bien en aquel momento.

Se siente como su padre, se siente como su abuelo. Se siente como todo lo que Josie jamás amaría, como todo lo que debería ocultar de esta si aún quería mantenerla a su lado.

El hombre cae sin vida y pronto le sigue otro, sus admirados orbes celestes se asimilan al terror cuando recuerda la pequeña y brillante insignia oculta bajo la oscura solapa de la chaqueta del tercer hombre. La reconocería en cualquier lado, no solo la lleva grabada en el mango de su fiel espada sino también en su corazón como si lo hubieran quemado con la misma. Es la insignia del león, la insignia de su país, y no tarda ni dos segundos en comprender que son sus hombres a los que acababa de asesinar. Son Inglaterra, son su casa.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora