Capítulo XIV

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Llegaron a la residencia a toda prisa después de que Kara alterara a su madre de lo que estaba pasando con la pequeña. Claramente, ni Lena, ni ella entendían qué exactamente había sucedido para que la pequeña enfermara tan de repente. No habían llegando las 2:00 P. M. Cuando decidieron irse porque habían considerado suficiente por un día. Se sentía igual de preocupada que la CEO, como si fuera su propia hija la que estuviera en esa situación. Gracias a Dios no habían tenido ningún accidente, a lo lejos pudieron observar a Eliza, que desde el umbral de la puerta presionó el control remoto del portón para que este se abriera para que la pelinegra ingresara sin demora. Se detuvo lo suficientemente cerca de la entrada principal y estacionó apagando el motor con sigo.

La señora Danvers ya ella tenía lista la habitación de Kara como consultorio improvisado, ¿por qué justo ahí?, porque conocía a su hija, esta pediría que lo hiciera, además de su cómodo colchón de agua. Tenía en su cuello el estetoscopio listo para usarse después de algún tiempo fuera de uso, esperando nada más a su paciente pequeña, a la que ya consideraba como nieta.

La ojiverde se bajó del auto con un semblante preocupado con totalidad y abrió la puerta izquierda donde se encontraba la pequeña, pero miraba dudativamente a Kara, no sabía que hacer, o sí lo sabía, pero no lo hallaba correcto, se sentía con las manos atadas y la rubia entendió su encrucijada mental.

— Ve, Lena, ella está primero. No te preocupes por mí — le dijo Kara aclarando su duda existencial. Lena la miró un poco avergonzada por dejarla ahí, pero le agradeció e hizo caso tomando entre sus brazos a la pequeña. Esta ardía en calentura, estaba pálida y tenía sus ojos cerrados. La rubia miró como la CEO se apresuraba a entrar y suspiró cerrando sus ojos recostado su cabeza en el respaldar.

— Momentos como estos desearía tanto caminar — susurró con frustración, pero ella sabía que eso era posible su accedía a someterse a la operación. Solo que no entendía por qué tenía el capricho de no hacerlo, se sentía triste, quería estar tomando la mano de Lori en esos momentos, o bien poderla cargar para que Lena no cargara con toda la responsabilidad ella sola, sin embargo, entendía que la CEO siempre estuvo a cargo de su hija sola y eso la hacía admirar aún más su fortaleza. Aunque confiaba en Dios y en su madre, total, no debía preocuparse, ella no debía preocuparse, ninguna debía hacerlo, mucho menos su progenitora, su madre es una médica excepcional.

Y, como ángeles caídos del Cielo, escuchó unas voces que perfectamente conocía. Era Alex junto a su nueva novia, Samantha (porque lo hicieron oficial el día anterior en el cumpleaños). Kara soltó una pequeña risa suspirando aliviada, temía esperar bastante tiempo hasta que la vinieran a sacar. La pelirroja detuvo su conversación divertida con la morena y se asomó viéndola con curiosidad, dio unos pequeños golpes a la ventana haciendo que Kara bajara el vidrio entre divertida y preocupada.

— ¿Qué haces aquí, Kara?, ¿dónde están las demás? — le dijo mirando a su mano con el ceño fruncido. Sam se acercó y con una sonrisa tímida la miró. La rubia suspiró.

— Andaba con Lori y Lena en el Central Park. Y cuando veníamos para acá la pequeña se empezó a poner mal. Hasta ardiendo en fiebre, pero mamá ya la está atendiendo. Entonces, Lena no podía sacarme de acá y llevarla adentro — explicó con semblante preocupado. Las chicas fruncieron el ceño también sintiéndose preocupadas.

— Te sacaré de acá, ¿la silla de ruedas está en la cajuela? — le preguntó la abogada pelirroja. Kara asintió dándole una pequeña sonrisa de agradecimiento — Amor, ve a verlas, no te preocupes — le dijo acariciando su mejilla cuando vio que no quitaba su mirada de la puerta principal. Sam asintió disculpándose con la mirada y caminó lo más rápido que sus zapatos de tacón le permitían.

— Me alegra saber que eres feliz, Alex — le dijo perdiendo de vista a la abogada morena. Alex sonrió completamente ilusionada yéndose a la parte trasera. Pasó una vez su zapato también de tacón en el sensor de la cajuela y se abrió sin problemas (gesto que siempre se le olvidaba a la pelinegra). Sacó la silla de ruedas y luego abrió la puerta derecha donde se encontraba Kara — Espero que tengas fuerza, Alex — dijo un poco preocupada y pasó sus brazos por su cuello para que la cargara.

El Renacer De Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora