SWAN LAKE Op.20, act II

23 3 2
                                    

La luz le hería los ojos hinchados por el llanto, todo en la habitación le parecía deformado por la cristalina capa de lágrimas sin salir en sus ojos, había ruido de cosas moviéndose en la habitación y el sutil aroma de café que se filtraba por una puerta entreabierta.

- buenos días- dijo aquella persona moviéndose a su lado inclinandose para dejar un suave beso en la frente de aquel quien yacia en cama- debo irme, mamá te traerá el desayuno en un momento

Su voz era la misma de siempre tan enérgica mientras deslizaba los dedos largos por los mechones cortos del mayor antes de alejarse por completo cerrando la puerta a la par que los ecos de sus pasos se desvanecian en la delirante conciencia del bulto en la cama, cerro los ojos dándose cuenta que el cansancio se aferraba aun a su magullado rostro pese a que el sol estaba alto, un suspiro y de nuevo estaba en las garras de Morfeo: ¿Cuántas horas durmio? No lo sabe a ciencia cierta pero cuando volvió en si había un tazón de comida ya frío en la mesa de noche aguardandole, se sentó lentamente mirandose durante minutos enteros en el reflejo de uno de los espejos del armario. Su cuerpo lleno de marcas, sus labios magullados mitad por su causa mitad por la del contrario cuyo nombre no quería siquiera pensar. Bajo sus ojos a sus manos, algo pegajosas por la sangré que había manado de las múltiples mordidas que iban desde sus dedos hasta sus muñecas.
Trago grueso mientras deslizaba los adoloridos dedos por la extención de su nuca en busca de una condena con la que debería cargar toda su vida: pero la piel estaba tersa y pura, el aire salió de su boca estaba aliviado por aquello, se levanto de la cama dirigiéndose al armario en busca de alguna prenda con la que cubrir su desnudes saco un suéter y unos pantalones cortos que se colocó rápidamente para correr a la puerta.

El pequeño disparo de energía cayó por los suelos cuando la puerta no cedió a sus intentos de abrirse paso atraves de ella, dió mil vueltas en la perilla tratando de escuchar el clic que anunciaba su libertad. Pero nada: empujó, pateó incluso se atrevió a gritar la puerta no se abrió, agotado retrocedio hacía la cama con los ojos fijos en aquella madera que lo separaba de la libertad.

Pasaron horas para que la puerta se abriera, se levanto a prisa para ver a un hermosa omega rusa que le sonreía con un nuevo plato en la mano, escucho su voz saludandole, tal vez debió encender sus alarmas cuando noto la cotidianidad como lo hacía sonriendo ajena a la situación en que se encontraba, quiso creer que ignoraba las circunstancias en las que se encontraba.

- oh... Morisuke-kun, Por qué no has tomado el desayuno- le dijo tras dejar la comida en la misma mesa de noche, negando con la cabeza- debes de alimentarte bien o enfermaras

Se alejo de nuevo llendo a la puerta y el castaño finalmente reacción tenía que salir de ahí, le siguió por la puerta abriéndola para poder salir de esta bajando corriendo las escaleras mientras la mujer gritaba cuando su pie estuvo apunto de tocar el último tramo de escalones una mano le sujeto tirando de el hacía atrás derribandolo.

- cariño ¿Está bien?- la mujer se acerco a su esposo que sujetaba la prenda del menor que aún no salía del estupor de aquel golpe en su parte baja- Morisuke-kun no debes correr así te vas a lastimar
- vamos arriba, debes de comer- ordenó el alfa
- necesito ir a casa
- está bien... Estas en casa- dijo la mujer con una voz dulce, parecía una clase de veneno que se extendia por sus oídos hasta la punta de sus dedos. Mientras el hombre lo llevaba al punto de partida, charlando amistosamente con su esposa sobre alguna cosa de sus hijos, demasiado pronto estuvo de vuelta con la puerta cerraba y lágrimas desesperadas emergieron de sus cansados ojos.

...

Habían pasado ya dos semanas, se habían reunido en una cafetería en el centro de Nekoma, las bebidas humeaban delante de ellos y el bullicio de las calles era apenas acallado por la música del local. Las palabras estaban atoradas en alguna parte de sus gargantas podían sentirlo apretando dolorosamente y dificultando sus respiraciones había estado ahí desde que se dieron cuenta de la desaparición de su deportista amigo, Shibayama abrió la boca moviendo sus labios como si practicara como hablar hasta que finalmente empujó una oración.

Luces en la ciudadWhere stories live. Discover now