Los ojos del Búho

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 Penetra la oscuridad desgarrando sus secretos como una fina gasa, mientras la sangre baja por las calles de una ciudad silenciosa cuyos habitantes aterrados se encogen en sus camas aguantando la respiración. Aquellos pasos parecen resonar con un eco estridente en la noche ¿pero quién se animaría a ver por la ventana? arriesgándose a ser descubierto por él, por eso, aquel que fue despojado de su humanidad ya no puede ser considerado como nosotros, se refugia bajo el manto de la diosa Nyx y mañana cuando los caminos se vuelvan bulliciosos las personas se aglomeraran con el corazón en la garganta, la piel erizada y el terror palpando en sus venas alrededor de aquella escena y se preguntaran una vez más ¿Quién?

...

Había dejado de acompañar su desayuno con el periódico desde hace meses, había descubierto con resaltante desagrado que la comida le sabia horrible cuando tenía que leer sobre las masacres que aquel "monstro" causaba por la ciudad, no creía que fuera un ser infernal como lo retrataban los diarios dedicándole notas a una infructuosa investigación que más parecía el cuento de una nana tratando de asustar a sus traviesos nietos que algo fidedigno, ciertamente era desagradable para comenzar el día pero tal vez debió leer la noticia ese día para asegurarse de tomar otra ruta hacia su consultorio así evitándose el gentío que se aglomeraba en uno de los callejones. Podía ver en los rostros pálidos de los gendarmes el horror más puro y alguien murmuraba a su lado mientras retrocedía prudentemente.

- aun respira

Quizás una persona se habría herido, no era extraño que algún carro se desbocara, a veces los caballos asustados por alguna cosa arremetían contra los transeúntes causando escenas de lo más dantescas, si tal era el caso el cómo medico tenía la obligación de ayudar a las víctimas o hacer lo posible por que no sufrieran demasiado. Con ello en mente se abrió paso entre la multitud trastornada que cuchicheaba a su alrededor como un mar de murmullos pálidos, los oficiales por su lado estaban callados como si hubieran olvidado como hacer su trabajo y el comprendería las razones cuando se acercara.

Creo que ni los escritores más turbados por la ginebra u el opio hubieran imaginado aquella escena: uno de los jóvenes que yacían en las calles terrosas tenía el cuerpo abierto con una delicadeza que solo un cirujano podría tener, pero hasta ahí llegaba lo humano de aquella acción, porque el interior parecía rasgado y mezclado con tal brutalidad que parecía ya una clase de puré apestoso y sanguinolento.

Por otro lado, a unos dos o tres metros de aquel joven, se podía ver a otro de espaldas a él en un charco de sangre, era más que claro que por el otro no se podía hacer más por lo que dio un paso hacia adelante impulsándose rápidamente entre la gente para ir a auxiliarle, temible fue la sorpresa de ver aquella aquel puñal incrustado en su costado hasta la empuñadura, pero no era lo único terrible aquel debía tener un par de huesos rotos lo adivinaba por el color morado en sus brazos descubiertos, tal vez el salvaje que había destrozado a su compañero habría ido tras de él. Pero quien podría cuestionarse eso cuando la vida de aquel pendía de un hilo exigió a los oficiales que le trajeran algo para trasladarlo a su consultorio a una calle de ahí.

Hizo lo que pudo, era el único consuelo que podía darse después de estar gran parte del día atendiendo al extraño, ignoraba si sería suficiente, pero tenía esperanzas de abriera los ojos en algún momento no solo por la satisfacción de salvar a un inocente si no porque tal vez aquel inconsciente que descansaba en la única camilla de su consultorio seria quien pudiera darle rostro humano al autor de los crímenes pululantes de la ciudad. Ese día lo pasaría ahí, su asistente Konoha le habría llevado algunas cosas para hacer su estadía mas cómoda, junto algunos bocadillos con los cual llenar su estómago el resto de la noche antes de apurarse calle abajo antes de que el sol muriera y la luna ocupara su lugar.

Luces en la ciudadWhere stories live. Discover now