Capítulo 2: Returning To Cokeworth

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La familia Dursley armó un jaleo mientras salían de la casa hacia el coche. Los últimos meses habían pasado volando, al menos para ellos, para Harry cada día era una eternidad. Mientras Dudley jugaba con los juguetes y tenía amigos en casa, Harry estaba en su armario o se veía obligado a hacer cosas que ningún niño debería hacer. Pulir y quitar el polvo a los muebles, fregar los suelos, colgar, coger las cosas que los Dursley querían. Como bebidas, comida, revistas e incluso el mando a distancia que les daba pereza coger ellos mismos. Pronto los dos niños estarían en la escuela primaria, una vez terminado el verano.

Dudley ya había ido a la guardería, que odiaba. Siempre se metía en problemas por robar la comida de los otros niños y hacerles daño, porque no le daban los juguetes con los que quería jugar. Pasaba mucho tiempo en el "rincón de los malos", como lo llamaban las maestras de la guardería. Decírselo a Petunia había caído en saco roto, ella no creía ni le importaba lo que decían. Sin embargo, Dudley empezaba a ser más astuto cuando trataba con las maestras de la guardería. Harry no había asistido a la guardería, pero ambos adultos se dieron cuenta de que tenía que ir a la escuela. Para su disgusto, pero al menos tendrían paz al tratar con el monstruo.

-¡Piers!- gritó Dudley, agitando la mano hacia su mejor amigo, con la boca llena de patatas fritas. Dejó caer el paquete vacío, mientras su amigo venía corriendo hacia él. Piers llevaba una bolsa de Power Ranger en la espalda; ya la estaba abriendo revelando su game boy dentro. Sonriendo ampliamente abrieron la puerta a punto de subir, cuando Patricia Piers gritó el nombre de su hijo.

-¡Piers, ven aquí un momento, cariño!-, exigió, sonriendo a su hijo de cinco años. Al principio le preocupaba dejarlo ir con Petunia, ya que era tan pequeño. Petunia la había convencido, y realmente, ¿qué madre en su sano juicio dejaría pasar la oportunidad de una semana de paz? Especialmente durante las vacaciones de verano. Ninguna lo haría. Agarrando un pañuelo limpió la cara de su hijo, de los restos de chocolate que tenía. El niño con cara de rata protestó y su cara se puso roja.

-¡Mamá!-, gimió Piers; ¿tenía que hacer eso aquí? Dudley se iba a reír de él ahora.

-Quiero que te comportes; no quiero oír que ha pasado una sola cosa mala mientras estás allí. Te castigaré durante el resto del verano si haces alguna travesura. Hazle caso a Petunia y a Vernon, ¿vale? Y no te alejes-, dijo Patricia agachándose junto a su hijo, mostrando su ansiedad.

-Lo prometo-, dijo Piers obedientemente, mientras su madre se quejaba un poco más, cuando la madre de Dudley se acercó él se escapó. Corrió hacia el coche y saludó a su madre con la mano antes de subir al coche junto a Dudley, mientras el padre de Dudley les abrochaba el cinturón de seguridad.

-¿Tienes mis números? Si pasa algo ponte en contacto, bajaremos enseguida-, dijo Patricia, -Esto es algo de dinero para gastos para él-, dio más de cien libras sin pestañear. Su marido ganaba más que suficiente para que vivieran cómodamente, mientras que ella misma era ama de casa.

-Todo irá bien, te llamaré cuando lleguemos, para que sepas que hemos llegado bien-, dijo Petunia tranquilizando a la preocupada madre. Entendía que ella misma era madre, lástima que no fuera mejor tía.

-Gracias-, dijo Patricia sonriendo dulcemente, volviendo a saludar a su hijo, que estaba profundamente absorto en su juego. Le entregó a Petunia una pequeña maleta que contenía la ropa de su hijo y algunos juguetes que había querido llevarse.

Petunia se alejó, metiendo la maleta en el maletero, una vez hecho esto sólo le quedaba una cosa por hacer antes de ponerse en marcha. Era temprano y querían estar allí antes del almuerzo, así que podrían ir a un pequeño y agradable restaurante y comer algo.

Petunia cerró la puerta delantera tras ella, no queriendo que los demás vieran dónde escondía a su sobrino. -¡Chico sal de ahí!-, gritó con su voz chillona y llena de odio, algo con lo que el pequeño Harry estaba familiarizado.

THE VOW AND ITS CONSEQUENCES Où les histoires vivent. Découvrez maintenant