Infiltrado || Joerick

Capítulo 33

Christopher

Las lágrimas caen por mi mejilla mientras mi mirada se encuentra fija en el suelo de mi habitación.

La pregunta me recorre una y otra vez la cabeza, mientras la furia se hace presente por cada sector de mi cuerpo.

Estoy enojado conmigo mismo por no haberme dado cuenta.

Si hubiera sabido que Zabdiel era la persona que le hizo tanto daño a Joel, jamás me hubiera fijado en él.

Pero... a pesar de saber todo lo que mi mejor amigo, se me hace inevitable no sentir algo por el chico.

Eso duele demasiado.

¿Cómo puedo simplemente no sentir?

Mis manos tiemblan a medida que los nervios incrementan.

Me siento tan estúpido e indefenso.

Si tan me hubiera dado cuenta antes, mi corazón no estaría sufriendo tanto en este momento.

Y... no me estaría haciendo esta pregunta repetidas veces, aún creyendo saber qué lado voy a decidir.

¿De qué lado estoy?

♣️♣️♣️

—Realmente... puedo explicarlo —Digo con la voz cansada, mientras miro mis manos y juego con estas, tratando de no mantener mi vista cristalizada fija a Joel.

Noto como el chico a mi lado suspira, exhausto.

No parece estar enojado, aunque sí algo dolido.

Ya que... él se dio cuenta que yo ya sabía de esto al momento de ver mi reacción.

El silencio se hace presente entre nosotros a medida que pasa el tiempo.

Joel le ha a escrito a Zabdiel pidiéndole perdón, diciendo que surgió un imprevisto.

Estamos en el apartamento de mi familia, y estando aquí solos, ninguno de los dos expresa alguna palabra.

Noto como se acomoda en el sillón, antes de por fin dignarse a hablar.

—¿Hace cuánto lo sabes? —Pregunta.

Sollozo antes de responder.

—Unos días —Hablo con seguridad.

Observo a Joel y noto como cierra sus ojos, exhausto.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Inquiere luego, tratando de sonar calmado y permanecer la cordura.

Aprieto mis puños, tratando de no simplemente explotar.

Siento mis labios temblar mientras me dispongo simplemente a soltarlo.

Cuando me mirada se encuentra con la suya, y mis ojos no demoran en cristalizarse aún más, mi voz no tarda en escucharse rota.

—¿Por qué no me lo dijiste tú antes? —Pregunto.

Joel parece sorprendido por mi reacción, sin embargo, no habla.

—Trataste de protejerme, pero ni siquiera me decías de quién. Terminé atrapado en esto por no saber con quién estaba —Expreso, exhausto.

—¿Entonces es mi culpa? —Inquiere.

Hago una mueca triste.

—No puedo simplemente culparte, también la tuve —Suelto cansado, quitando una lágrima que cae por mi mejilla y volviendo a mirar la nada con firmeza—. Fue mi culpa abrir mi corazón.