CAPÍTULO 10

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El camino era largo, Dylan llevaba dos horas conduciendo, nos habíamos alejado por completo de la ciudad, sin darme cuenta me fui quedado dormida, una hora y media más tarde desperté, el auto se movía con lentitud, miré a través del vidrio y en medio de la oscuridad visualicé una hermosa casa de campo.

- ¿Dónde estamos? –Pregunté. El auto se detuvo por completo. Volteó a mirarme.

-Sorpresa. –Me dijo.

- ¿Qué es este lugar? –Dije mirando a través del vidrio del carro a la hermosa casa frente a nosotros, sin decir absolutamente nada, Dylan bajó del carro y abrió la puerta para que yo haga lo mismo.

-Aquí pasarnos el fin de semana.

- ¿Es tuya? –Pregunté con asombro.

-Sí, y ahora tuya, podremos venir cada que quieras. –Me extendió su mano. –Ven, entremos. –Empezamos a caminar hacia la casa, por dentro era igual de hermosa que por fuera, resaltaba un estilo rústico, estaba completamente amoblada, con chimenea y se veía exquisitamente acogedora.

-Es hermosa, Dylan. –Dije mirándolo, el sólo me lanzó una sonrisa, se aflojó el nudo de la corbata y se la quitó al igual que el saco.

-Puedes ponerte cómoda en cualquiera de las habitaciones, mientras encenderé la chimenea. –Me indicó mientras metía unas leñas en la misma.

-Prefiero ayudarte, no es como que tenga equipaje que organizar ¿Recuerdas que me has secuestrado en este sitio? –Al decir eso soltó una carcajada, se acercó a mí tomándome por la cintura.

-En eso tienes razón... pero ya encontraremos una solución... -Plantó un beso en mis labios, lento, delicado y a la vez intenso, sus besos son una maravilla divina.

-Creo que estoy empezando a desarrollar un síndrome de Estocolmo. –Le dije después del beso, ambos reímos.

Después de lograr encender la chimenea estábamos acostados frente a ella, sobre la alfombra afelpada y arropados con una abrigada manta.

-Gracias por esto, me gusta... –Le dije mirándolo.

-Me gustas tú. -Dijo dándome un beso en la cabeza. –Cuéntame de ti, de tu vida...

-No hay mucho que decir... no es como que dirija una empresa millonaria y haga viajes por todo el mundo. –Soltó una carcajada ante mi comentario. –Ya sabes que vengo de Los Ángeles, mi mejor amiga es Emma y mi mejor amigo es Peter.

- ¿Peter? No había escuchado de él.

-Es que no vive aquí, está en los Ángeles, es abogado, a Emma la conozco desde los 13 años y a Peter ella y yo lo conocimos desde la universidad, un día de estos lo has de conocer, te caerá bien.

- ¿Y tu familia?

-También en Los Ángeles, mis papás son un encanto, te llevarías bien con ellos, y mi hermano, Mateo, vive en Londres, se fue hace algún tiempo a realizar su maestría, después de eso consiguió un buen empleo y ya se quedó allá.

-Suena a que son buenas personas, vienes de una buena familia, Amelia.

-Espero que algún día los conozcas... -Empecé a bostezar.

-Yo espero lo mismo, pero ahora ya deberíamos dormir, mañana tenemos la agenda llena.

- ¿Agenda llena?

-Mañana lo sabrás, hermosa. –Sentí una punzada de emoción en mi corazón al escuchar como se había dirigido a mí. –Descansa. –Dijo después de darme un corto y dulce beso.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora