Capitulo 35

5 0 0
                                    

ALYSSA MILLER

—¿Quién es, Aurora?—pregunta alguien y sé que es Sebastian, antes de que aparezca en la puerta— No... puede... ser...

—Hola, rubios—sonrío.

Él es el primero de salir de su asombro y viene a abrazarme.

—Te llevaron. Intentamos retenerlos pero fue imposible. Dorothea nos dijo que no había nada que pudiéramos hacer. Teníamos como orden permanecer todavía acá por unos pocos días—me cuenta apresuradamente y sin soltarme—. No sabíamos cómo te encontrabas. Te desmayaste en el lago y no despertabas. Tenía tanto miedo de que te haya sucedido algo. Y tenía tanto miedo de que se haya hecho el juicio y no haber estado ahí para vos.

—Todavía estoy acá, agüita—digo y me abraza más fuerte.

—Entremos antes de que algún simple te vea y te reconozca—dice Aurora.

Le hago caso y los tres entramos. Estoy a punto de abrir la boca para hablar pero Aurora me envuelve en sus brazos.

—Perdón por no haber cuidado de vos esa noche—susurra con voz frágil contra mí.

Me separo y apoyo mi frente contra la suya.

—No hay nada de que me tengas que pedir perdón. Yo cometí el error, ¿sí? No tenías obligación de cuidar de mí. Lamento todo lo que les hice pasar.

—Cállate de una vez—vuelve a abrazarme y sonrío.

Salimos del pasillo y llegamos a la sala. Kol aparece y me mira de arriba a bajo. Se acerca y me toca el rostro con cuidado, como si en cualquier segundo fuera a desvanecerme.

—No deberías de estar acá, Aly—susurra—. ¿Qué es lo que hiciste?

—De todas formas ya estoy condenada—me encojo de brazos.

—¿Por qué sos así? Tan... suicida—resopla y me abraza—. Te odio—dice pero su voz no suena enojada o molesta. Sé que es su forma de decirme todo lo contrario.

—¿Dónde está él?—pregunto cuando nos separamos.

—En su cuarto—señala con su cabeza la puerta—. No salió de ahí en estos dos días.

Siento mi pecho comprimirse al oír eso.

Asiento y camino hasta pararme frente a la puerta. No toco, sino abro de una y me lo encuentro de espaldas frente su escritorio.

—Quiero estar solo, por favor. No necesito que me cuiden, pueden irse—dice sin voltearse y miles de emociones aparecen al oírlo personalmente esta vez.

Se voltea al yo no decirle nada. Cuando me ve, se tambalea y busca firmeza al agarrarse del borde del escritorio. Pestañea continuamente, como si quisiera ver que no soy producto de su imaginación.

—¿Sos real o mi mente está jugando conmigo de una manera muy cruel?

—Soy real—murmuro.

Aunque obviamente lo sé, tampoco puedo creerme que está situación es real.

—Deberías de estar en Gaia.

Humedezco mis labios y trago el nudo de mi garganta para poder hablar bien.

—Sí, pero no podía soportar la idea de haberme ido sin al menos despedirme.

Apenas digo eso, camino apresurada a su encuentro y lo tomo del rostro para besarlo.

Él no me aparta. Me corresponde con la misma intensidad de necesidad y anhelo. Expresando cuánto realmente me extraño, al igual que yo a él.

Siento su rostro húmedo y confirmo que está llorando cuando suelta un sollozo sobre mis labios.

Fuego [Gaianos 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora