9. Chofer a tiempo completo

492 34 8
                                    

Ayer tras devorar las pizzas con los dos menores de la casa acabé en el sofá rodeada por ellos. Gracias a que el sofá está en forma de una "L" yo pude ponerme en la esquina para que ambos pequeñajos se estiraran a su forma en el sofá. No sé cuándo nos quedamos dormidos, recuerdo cuando Moon bajo el ritmo de su respiración a uno más profundo mientras que la televisión iluminaba su rostro con los ojos cerrados y mi mano acariciando su pelo ya que apoyó la cabeza en mis piernas. Poco después nos dormimos Cameron y yo que tuvimos que cerrar los ojos a la vez ya que no le vi cerrar los ojos antes de dormirme, igual que si estuviésemos batallando por ver quien aguantaba más. La idea era que se durmiesen e intentar llevarlos a sus camas cosa que en el caso de Moon podría ser algo más fácil debido a su corta edad mientras que con Cameron y su diez añazos no hubiese podido evitar una catástrofe.

Hoy me he levantado por el ruido en la cocina, me he quedado un segundo mirando fijamente el televisor apagado hasta que he decidido levantarme y andar a la puerta de la misma cocina justo donde me encuentro ahora. El causante del ruido es un chico de pelo corto rubio, con una camiseta sin mangas y de un estampado conocido como TIE DYE por lo poco que sé de moda, y unos pantalones de chándal negros que dejan ver que son de marca a diferencia de la camiseta o quizás también se trata de una absurda camiseta que te venden por veinte euros pero tú te haces por solo tres. Pestañeo contemplando como sus brazos se tensan cuando exprime la que es la última naranja que le queda por lo que veo en la encimera con todas las cáscaras vacías. El perfil izquierdo que me muestra es donde se encuentra ese enorme tatuaje donde ahora pese a la poca luz que hay encendida en la cocina vislumbro la figura de un búho alado que parece a punto de agarrar a una presa por sus garras en posición y el pico abierto enseñando una diminuta lengua. Todo en tonos negros con sus sombreados perfectamente hechos en las alas y la cara del animal, sin duda fue a buenas manos para hacerse ese gran tatuaje que deja oculta la piel de su cuello en el lado izquierdo.

-Cuando tu consideres saludas- dice sobresaltándome con su particular tono de pocos amigos.

-Joder, ¿desde cuando ves en la oscuridad? - le reprocho entrando en la cocina donde me ilumina por completo la tenue luz.

-Es una cosa llamada oído y que tan escondidas para espiarme no estabas cielo, lo siento.

Bufo rodando los ojos a la par que me acerco a la nevera con la esperanza de encontrar los yogures que Ann prometió comprarme para desayunar.

-Toma- me dice Hugo dándome una servilleta sin mirarme como tampoco lo ha hecho desde que he entrado aquí por su voz.

- ¿Para qué quiero esto? - escupo con la mano en la puerta de la nevera a punto de abrirla.

-Es para que te limpies- solo entonces me echa una mirada rápida dejándome ver la sonrisa traviesa que se dibuja en su rostros mientras yo frunzo el ceño confundida-, lo digo porque se te ha caigo la baba conmigo, cielo.

Abro la boca asimilando el golpe que me ha dado sin esperarlo ya que estoy recién despertada, me paso el papel por la boca para arrugarlo y tirárselo a la espalda provocando que se ría mientras se gira con su vaso de zumo recién exprimido a mirarme apoyándose en la encimera. En su cara el rostro de engreído aún aparece cuando da un sorbo al líquido naranja, incapaz de borrar esa absurda sonrisa torcida de sus labios.

-Que sepas que eran babas del sueño no de verte- me argumento provocándole una risa.

-Oh bueno, entonces espero que no hayas babeado a mis pobres hermanos porque eso sería realmente asqueroso.

Saco el dedo corazón poniendo la mejores de mis sonrisas sintiendo como mis ojos se empequeñecen por el hinchazón mañanero. Vuelvo a centrarme en la búsqueda de mi desayuno abriendo la nevera encontrando lo que buscaba, los yogures que le pedí a Ann colocados perfectamente en un lateral de la nevera donde intuyo que será su sitio a partir de ahora. Saco uno de ellos y lo agito para hacer desaparecer el líquido recorriendo con la mirada cada uno de los estantes donde cabe la posibilidad que estén las galletas así como los boles. que necesito. Por un momento pienso que tan mala idea es preguntarle a mi acompañante en este pequeño sitio de la casa sobre donde se encuentra lo que busco pero entre el cero y el diez sobre pasa el cien incluso por lo que abro armario tras armario encontrando primero el bol y después de verter el yogurt acabo mi búsqueda bajo la atenta mirada del chico tatuado.

Un amor de ida y vueltaWhere stories live. Discover now