27. Una tercera visión

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El silencio se había hecho con mi habitación. Tras irse Hugo con toda su culpa encima la música que antes escuchaba me molestaba y había decidido quitarla para buscar algo de paz mental. Por su parte no fue igual, sino que el sonido de las canciones fue aumentando colándose tras su puerta hasta llegar a la mía y atravesar cada pequeño resquicio de la misma para que la pudiese oír. Intenté incluso echarme un rato en la cama, como buena costumbre española, pero era algo imposible con las guitarras, los bajos y esas voces resonando todo el rato. No hice más que dar vueltas y vueltas por mi cama observando el tiempo pasar en la pantalla de mi móvil donde también esperaba el mensaje de mi mejor amiga a la que había escrito diciéndola que tenía algo importante que contarla. Allí también hubo silencio ya que no respondió e intuí que estaría con el surfista si es que aún seguía siendo el chico que le gustaba y no se había enamorado de otro diferente, algo bastante común en ella.

Alrededor de las ocho de la tarde recibí un mensaje en mi móvil que hizo iluminar todo mi cuarto, la oscuridad lo había consumido y por un rato me había quedado dormida. No sé en que momento Hugo apagó el altavoz, cuando la calma se hizo con el control de la casa, pero ese mensaje me acababa de despertar. Esperando que fuese Lúa volví a cerrar los ojos disfrutando de la pesadez de mis párpados, el cansancio podía conmigo y cuando me echaba una siesta disfrutaba tanto de ella que tenía que aprovechar hasta el último momento, sin embargo el teléfono volvió a irrumpir haciéndome desperezarme para contestar a la tanda de mensajes que lo hacían vibrar sobre mi colcha.

 Esperando que fuese Lúa volví a cerrar los ojos disfrutando de la pesadez de mis párpados, el cansancio podía conmigo y cuando me echaba una siesta disfrutaba tanto de ella que tenía que aprovechar hasta el último momento, sin embargo el teléfono...

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Restriego mi mano derecha por toda mi cara, había olvidado por completo que había quedado con Zac para ir a ver las vistas que ya conocía por su mejor amigo o enemigo, quiera Dios saber qué eran esos dos chicos. Un suspiro abandona mis labios por la pesadez que me invade tras las horas que he dormido en la tarde. Ahora solo tengo treinta minutos para poder despertarme, o más bien debería decir, veinticinco para espabilarme y el resto para arreglarme un poco ya que no se trata de una excursión sino de una maldita cita con el chico que es mi novio. No puedo presentarme con cara de recién levantada aunque a él le gustaría muchísimo por lo que suele decirme todas las mañanas cuando me monto en su Audi. 

Me levanto de la cama tras retorcerme de un lado a otro estirando mi espalda saliendo directa a mi armario para buscar algo que combinar, no tardo en encontrar unos pantalones vaqueros rotos de rodillas que arrastro por los pies junto a un jersey blanco que deja mi hombro al aire libre. Me apresuro a meterme en el baño mojando mi cara para poder cambiarme y una vez vestida vuelvo a mojar de nuevo mis ojos deseando que el sueño que siento se me pase con ese agua fría, aunque va a ser algo imposible. Alzo la vista para rebuscar entre los pequeño armarios con las pestañas llenas de pequeñas gotitas, necesito al menos un poco de maquillaje que oculte todo lo que he dormido y desearía seguir durmiendo aún.

- ¿Tienes una cita o qué? - dice una voz ronca tras de mí que conozco lo suficiente como para saber que es de Hugo.

-Que más te da.

Un amor de ida y vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora