30. Una maleta y un mes de por medio

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Había abierto la maleta, después de tres meses en Oakland por fin volvía a tocar la maleta que simulaba ser una vaquita y la cuál mi madre eligió para mí diciendo que era la maleta idónea para así localizarme en cualquier momento cuando regresase de algún viaje. La verdad que no se equivocaba ya que todas las veces que usé la maleta y ella vino a recogerme con mi padre lo más característico que yo llevaba era una maleta de manchas blanca y negras diferente a las del resto que solían ser de un solo color o con estampados florales. 

Estiro mi espalda observando como ocupa gran parte de mi cama y me dirijo al armario para empezar a meter ropa, he decidido que me voy a llevar a casa algunas cosas que no he usado y otras que quizás con el cambio de estación no vaya a usar tanto así que tengo que organizar muy bien como voy hacer la maleta y por ello he empezado hacerla con dos días de antelación. Aún solo saben que me voy Ann y Bemus que estuvieron de acuerdo en que debía pasar tiempo con mi familia, no se opusieron en ningún momento, es más, Ann me pidió que esperase a que las clases finalizasen para poder irme, se negaba a que me perdiese algún día de clase y eso hizo que mi corazón se enterneciera demasiado al sentir como me hacían ser una más de su familia. He tenido demasiada suerte con ellos y no puedo quejarme desde luego. Además que Ann me pidiese aquello coincidía con lo que yo le había dicho a la víbora que su hijo tenía como novia que haría, la última clase del trimestre y estaría camino a Galicia sin problema alguno.

Desde lo ocurrido en acción de gracias no había vuelto a ver al grupo de amigos, quizás porque yo era la nueva mientras que Sophia mandaba en ellos, pero tampoco es que me importase mucho aquello, me había ahorrado un par de salidas que pasé en casa con Giulia viendo películas Disney. Giulia me preguntó por lo ocurrido casi al instante, cuando Zac me sacó de aquel lugar, pero no me atreví a contarle delante de toda la gente de la fiesta que aún centraba su atención en mi ya que era a la que habían pillado atacando. Sin embargo si que lo hice al día siguiente, cuando me volvió a preguntar con un tono de preocupación por el enfado que parecía seguir teniendo yo. Puede que contárselo no fuese la mejor idea, pero al menos hizo que ella tampoco quisiera volver a pasar más rato con el grupo de amigos de su novia sin dejarme sola a mi. Quién no se molestó en preguntar fue Zac, simplemente aquella noche me llevó a su coche y me devolvió a casa sin decir nada, en completo silencio, juraría que Giulia me dijo que volvió a la fiesta después de dejarme en casa. Su única intervención en todo el problema fue:

"-Bueno, ya arreglaréis lo que sea que haya pasado entre vosotras dos, seguro que Sophia no lo tiene en cuenta."

Ha crecido un pequeño muro entre nosotros, se puede saltar sin problema, pero es visible y parece querer crecer más. A parte no parece importarle que ahora yo esté vetada en su grupo de amigos y ni si quiera se molesta cuando me avisa de que ha quedado con ellos con cara de pena para decirme que yo no podré ir. 

Suspiro arrancando una sudadera de una percha con rabia, la arrugo acercándomela a la nariz para comprobar que aún sigue el olor de Zac ahí clavado en ella, ni me he molestado en lavarla solo para que aquella mezcla de madera y romero no se fuese nunca. La tiro junto a la almohada de la cama para dejarla apartada, de momento ese va a ser el montón de cosas que no sé si llevarme o devolver a sus dueños con un pequeño sermón sobre lo estúpidos que están siendo.

Empiezo a quitar un par de prendas más de alguna que otra percha como son un par de faldas o algún vestido que nunca me he llegado a poner y que son para otras estaciones del año. No me preocupo en doblarlo con excelencia, sino en administrar el espacio de forma que todo pueda entrar de la mejor forma posible. Paso al menos unos veinte minutos más removiendo por todo el armario sacando tops, camisetas, pantalones y zapatos que no me sirven para mucho más aquí o que voy a necesitar el mes que este en Galicia de vuelta. Cuando tengo más o menos toda la ropa que tengo claro que no quiero miro a la cama con los brazos en jarra esperando a que en mi cabeza se dibuje la imagen del Tetris y todo sea mucho más fácil de organizar. Creo que la próxima vez no me negaré a la ayuda de mi padre, desde luego que sirvió de mucho.

Un amor de ida y vueltaWhere stories live. Discover now