Un amor de ida y vuelta

19. Palabras repetitivas

No ha pasado ni un día de mi increíble cita con Zac y ya estoy deseando volver a verle y perderme en sus ojos marrones que se vuelven dos bolitas pequeñas cuando sonríe divertido ante alguno de mis comentarios o cuando me trabo al hablar. Ayer la cita fue tal como debía ir, en un local mediocre como diría el imbécil que tengo por vecino de puerta y Zac por uno de sus mejores amigos. Cenamos haciendo que la tensión que dominaba mi cuerpo ante la idea de no ser una chica como las de Oakland fue disminuyendo a medida que comprobé el porqué verdaderamente estábamos en aquel restaurante, y es que Zac al conocer a uno de los camareros nos consiguió la mejor mesa para poder charlar, aparte de que aún cuando despacharon a los últimos clientes el amigo de Zac nos dejó quedarnos un ratito más mientras se encargaba de limpiar las mesas y la cocina junto a sus otros compañeros. Cuando salimos del restaurante no tardamos en llegar a casa de los Twist donde se daba por finalizada la primera de una larga lista de citas que teníamos pensado hablar ya que él había descubierto que aún no había visto ni un cuarto de lo que era esa ciudad y tenía que hacerme de guía oficial. Un dulce beso como despedida en su Audi fue lo que nos sirvió como despedida ya que aún recuerdo como me miró con ese estúpido mechón rebelde y una sonrisa de dientes llamándome antes de que cerrara la puerta para decirme un buenas noches seguido de mi nombre. Sin embargo al girarme para ir hasta la valla del jardín pude reconocer la silueta del chico rubio entre la luz de la cocina, directa hacia fuera, observando, observándonos a mí, al Audi y al moreno que arrancaba nada más verme abrir la puerta de madera blanca. ¿Por qué Hugo siempre ve todo?

Hoy no hemos parado de escribirnos, mensajes absurdos y rememorando lo sucedido en la cena así como fotos y stickers divertidos son todo lo que llenan nuestra conversación desde que me he levando hasta ahora, las ocho de la noche donde me encuentro en el islote de la cocina vigilando a los renacuajos de la casa para que cenen mientras que sus padres pasan la noche fuera y su hermano enjaulado en su habitación con el sonido de la música tan alto como puede.

- ¿Podemos ver una película luego? - me pide Cam mientras devora un trozo de pescado.

-Siempre y cuando os comáis todo. Los dos no vale con que solo lo haga Moon eh- río guiñándole un ojo al ver que el plato de la pequeña ya está casi vacío y el suyo aún sigue intacto.

- ¡Come, come! - le anima Moon haciendo ruido con sus cubiertos.

Cameron me mira con recelo partiendo otro trozo de pescado mientras se lo lleva a la boca tapándose la nariz. Rio a su gesto negando con la cabeza, es tan cabezón que aunque no le guste será capaz de comérselo a la fuerza para ver una película y ser un pelín malos como me confiesa Moon al decirme que sus padres nunca les dejan quedarse hasta después de las nueve despiertos.

-Bueno, pues haremos una excepción- sentencio dejando el móvil encima del mármol con la conversación de Zac abierta ya que estaba releyendo su último mensaje-. Os dejaré quedaros hasta después de la nueve, pero Cameron debe comerse todo, y cuando digo todo me refiero a que el plato reluzca, el pescado y las verduras por supuesto.

- ¡No es justo! - protesta el susodicho alzando sus manos exasperado.

-Entonces no hay trato, lo siento Moon. Una pena- suspiro encogiéndome de hombros.

-No, no Cam por favor- suplica su hermana haciéndole ojitos a su hermano.

Cameron mira a su hermana y como yo cae casi rendido ante esa mirada penetrante que tiene la pequeña con sus ojos tan claros y el pelo completamente oscuro. Tiene la mirada de Ann pero el color de pelo de su padre, Bemus, sin duda cuando crezca va a ser guapísima y tendrá a todos comiendo de su mano, chicos, chicas y a los propios profesores incluso. 

Ante la rendición del pequeño de diez año rio volviendo a coger mi teléfono y donde antes había un mensaje sin contestar por Zac ahora hay varios mensajes suyos.