•Capitulo 4•

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Emma/Harry

—Suelteme!

—No, aquí hay reglas y debes acostumbrarte a ellas—sonrie, sonrie de una manera tan cínica.

Esa sonrisa y ese dolor, le recordó a su padre y el miedo empezaba a apoderarse de ella, sus piernas comenzaban a tener un horrible temblor amenazando con dejar de sostenerla y hacer que caiga al suelo.

—Y-yo no... No he hecho nada—titubea Emma clavando la vista en el suelo.

—Como dije, reprobaste—aumenta la fuerza de su agarre— te he dicho... ¡Que me mires a los ojos cuando te hable, maldita mocosa! —sacude con violencia su brazo.

Emma no es capaz de decir nada, las lágrimas salen por si solas y son incontrolables. Con temor a que todo sea peor, levanta su mirada y lo ve a los ojos.

—Déjeme, por favor... —ruega ella con angustia y miedo en sus palabras.

—Claro que te irás... Cuando recibas el castigo—vuelve a sonreír, deja relucir sus colmillos y su mirada se torna aún más oscura.

La sostiene fuerte de los hombros y la pega fuerte contra la pared, Emma empieza a sollozar y su cuerpo se rehúsa a responder como es debido.

El se acerca demasiado, invadiendo su espacio personal. Su aliento choca en el cuello de la chica y esta solo empieza a sollozar cerrando los ojos y esperando lo peor.

—¡Por favor! ¡Déjeme ir! —vuelve a rogar ella tratando de empujarlo sin éxito.

Esta vez sus palabras son ignoradas, siente repulsión, miedo y desespero.

Se rinde y deja de luchar, pensando que si trata de hacer algo será aún peor para ella la situación.

Suena la campana, indicando el cambio de clases. Por un momento todo se detiene y el silencio abunda en el lugar.

—Mierda... —gruñe por lo bajo Christian y da un golpe a la pared, tendría que alimentarse en otro momento.

Se retira de ella y molesto se sienta en su lugar a esperar a los demás alumnos y los últimos del día.

—De esta no se salva... —susurra— ¡Fuera! —demanda molesto y Emma rápidamente como puede sale del aula llorando.

Sus piernas aún fallan y al salir, cerca de una escalera cae deslizando su espalda por la pared, tapa sus labios con una mano y trata de sollozar en silencio buscando como tranquilizarse.

Esta vez, la campana la había salvado, pero una próxima no tendría tanta suerte y de solo pensar en lo que pudo haber ocurrido ahí dentro, escalofríos recorrían su piel.

—¿Estas bien? —una voz un poco conocida la altera y no es capaz de levantar su mirada.

—¡No, no porfavor! ¡No me hagas nada! ¡No hice nada! —llora ella y el chico se sorprende y al tiempo se preocupa un poco.

—No lo haré... —se pone a su altura agachandose frente a ella— oye... Esta bien, no te haré daño—trata de ofrecerle su mano pero ella la rechaza tratando de alejarse.

—Déjame... Por favor—susurra y de nuevo su cuerpo tiembla.

—oye, soy Harry, también estudio aquí y no te haré nada.

Emma levanta solo un poco la vista, es el chico con el que se chocó esta mañana, ahí estaba con una leve sonrisa, una que parecía inocente.

—¿me dejas ayudarte? —Harry extiende su mano nuevamente.

Emma la toma con temor, su mano temblaba aún y no estaba segura, el toma su mano y la ayuda a levantarse mientras ella aún no levanta la mirada.

—¿que pasó? —pregunta el.

—Nada...

—no lloramos por nada.

—No fue nada—ella no quería hablar de eso, no con un desconocido— no quiero hablar de eso.

—Esta bien...

Emma limpia su nariz y suelta la mano del chico.

—Debo volver a mi habitación—dice y camina por el pasillo abrazándose ella.

—te acompaño—Harry camina a su lado.

Ella no dice nada y el camino es un silencio total.

Llegan a la habitación y ella entra.

—Gracias... —susurra y cierra la puerta.

Harry evita decir algo, había quedado curioso sobre lo que había pasado, pero no se conocían del todo así que prefirió solo no decir nada e irse por su camino.

Emma, limpia sus lágrimas y al ver al suelo recoge el folleto que había en el piso.

Se sienta en la cama y observa que se trata de una fogata, una que al parecer organizaba el lugar, por supuesto no tenía ganas de ir, no quería ir. Pero no quería quedarse tampoco, podía quedarse sola de nuevo, no quería estar sola.

Espera la hora de salida y va con los demás, se asegura de ir con la multitud para no quedar atrás, por algún razón pensaba que si estaba en un gran grupo estaría segura.

Al llegar al lugar, lo primero que hace es quedarse alejada, a un par de metros, donde aún podía ver a todos, pero nadie la vería y entonces podría estar en paz.

Nunca se le había dado muy bien el socializar, no tuvo amigos, ni en la escuela ni en ningún lado, le hubiese gustado poder hablar con alguien, pero jamás fue capaz, además de que para todos siempre fue el bicho raro.

Mira a todos desde su lugar, cada quien tiene su grupo, es algo irritante quedarse ahí parada viendo. Piensa un momento y sin rumbo solo camina para alejarse, sin pensar en nada más que estar sola. (Algo contradictorio lose)

Camina por un rato abrazandose ella misma, y para cuando se da cuenta de que esta sola y alejada, ya es tarde.

Intenta recordar por donde regreso, pero no se ve nada alrededor, solo árboles y un cielo nocturno que no iluminaba ningún posible camino.

Todo estaba en silencio hasta que siente que alguien la observa, mira alrededor, no podía ser de nuevo, no de nuevo.

—Emma... —esa voz, de nuevo estaba ahí y sabía muy bien de quien se trataba.

—Déjeme en paz, no le hice nada—trata de ser fuerte.

—no te escaparas esta vez— empieza a salir de los arbustos esa silueta alta del mismo maestro de matemáticas.

Emma reacciona, no podía permitir que estuviese en esa situación otra vez, corre sintiendo como hay pasos realmente rápidos que la siguen.

Mira atrás, no logra ver mucho pero escucha los pasos que corren tras ella.

Cae al suelo y rueda un par de metros, se levanta como puede ignorando cualquier dolor y se esconde en los árboles, con la esperanza de no ser encontrada.

Tapa sus labios y trata de recuperar su respiración. Cierra los ojos fuertemente y evita hacer ruido alguno.

Se queda así, por un rato, hasta que oye pasos por el lugar...entonces, se queda quieta por completo.

Leiden: El internado || EDITANDOWhere stories live. Discover now