Capítulo 1

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Las monarquías son conocidas por ser el orgullo y el adorno del pueblo, por vestir de lujos y adornos a sus reyes y súbditos. Incluso en pleno siglo XXI, donde la mayoría de estas han desaparecido por el egoísmo de otros, es inevitable no dejarse apantallar por la grandiosidad y majestuosidad de ellas.

La razón es más que sencilla, los monarcas son vistos por sus súbditos como los personajes de algunas de sus novelas favoritas, quizás de tragedias, dramas y otras más de romance.

Existe una de las pocas sobrevivientes, que se ha empeñado en continuar con las creencias y tradiciones de los viejos, aún en plena modernidad. Donde corren las voces y siempre se rumora que entre los lobos el amor es predestinado, un amor puro que conlleva una unión sagrada.

Los cachorros que nacen de dichas uniones sagradas, como fruto de un amor incansable; crecen esperando por aquel amor escogido por la luna, aquella que junta las almas para que consoliden la sangre por la eternidad.

Se cuentan muchas versiones que embelesan el corazón de los pequeños y unos cuantos adultos soñadores.

"Una realidad" dicen los ancianos, como si lo pudieran comprobar con la experiencia.

"Una leyenda" dirán los escépticos a espera de pruebas verídicas.

"Un sueño" piensan los príncipes que esperan en el pasillo de la condena.

Sí, un sueño inalcanzable para los príncipes. Porque en el reino de los lobos blancos habitaba un pequeño príncipe soñador e inquieto, de ojos grandes y brillantes, que se imaginaba todas las noches a sí mismo con su pareja escogida por la luna. Un pequeño omega siguiendo la magia de las leyendas.

Con emoción desbordante pasaba sus noches confiado en las palabras de sus amados padres, esperando a que su alfa escogido le mostrara aquello de lo que todos hablaban; la maravilla de una unión sacra.

Aunque tal vez sus padres debieron haberle advertido que él, de entre todos los cachorros del reino, no podía permitirse soñar como los demás. Porque en su sangre, corría un valor incalculable que marcaría el destino de su propia vida y quizás la de algunos otros.

No era una condena, era una verdad que compartía con el destino ajeno de otro lobo.

Un lobo solitario que habitaba en el reino contiguo de los Lobos Grises del Norte. El apuesto príncipe heredero Kim Taehyung, sentía como la ilusión con la que todos crecían era una simple mentira, aunque no completamente.

Después de todo, él sí tenía una pareja "predestinada" si así se le podía llamar, aunque no precisamente escogida por la luna, ni ninguna fuerza mística.

Por lo menos eso parecía en dicho momento decisivo de su vida como hombre, como alfa y como portador de sangre azul que heredaría el trono. Taehyung no comprendía por qué tenía que ceder a unirse con un extraño. ¿Por qué someterse a sí mismo para casarse con alguien a quien no conocía y mucho menos quería?

Para empezar, ¿Se puede querer a alguien que no se conoce? Taehyung lo dudaba y mucho.

Él no necesitaba a un omega y estaba seguro de que aquel omega tampoco lo necesitaba, ni lo quería a él como su alfa; pero por más que intentara destruir aquel horrible compromiso nada funcionaba.

"Majestad, no deseo casarme aún, por favor" ahí se encontraba de nuevo tratando de persuadir al rey, su frívolo padre. Un alfa viejo que ya estaba hastiado de entregar todo de sí a un pueblo difícil y su carga no se aligeraba cuando tenía que lidiar con un hijo tan terco como el príncipe Kim Taehyung.

"Príncipe" Le llamó duramente, con las facciones molestas "No es momento para sentimentalismos, esta unión debe darse a como dé lugar, tu coronación depende de esta boda" le reprendió el rey.

Un esposo para el príncipeحيث تعيش القصص. اكتشف الآن