Capítulo 22

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La Gran Corea se conformaba por dos eminentes y distinguidas dinastías: los lobos blancos del sur y los lobos grises del norte. Diecisiete años atrás había surgido una mediática polémica para los lobos grises, quizá la primera más grande en siglos de su reinado.

En aquel entonces absolutamente todos los medios de comunicación únicamente se dedicaron a hablar sobre el rey fallecido en situaciones misteriosas, una reina exiliada y un hijo despojado de su título y de su derecho a la corona por nacimiento.

El pequeño príncipe Seokjin tuvo que dejar el palacio donde había nacido y había crecido, el niñito no entendió porque de pronto ya no era él a quién llamaban Su Alteza Real el príncipe heredero.

Las personas del servicio dejaron de tratarlo como antes de un día para otro y claro que, para un niño, dichos cambios significaron un giro totalmente radical en su corta vida y que dejaría una marca imborrable por los años siguientes.

Él no sabía que a partir de ese día crucial tan solo sería un príncipe de nacimiento. Ya no más títulos, ni tratos excepcionales, ni distinciones honorificas; solamente un heredero de nacimiento sin derecho a la corona.

Su corona.

Lo que era aún peor para un pequeño, fue el observar a su madre llorar sin consuelo cuando salió de la audiencia con su abuelo, el rey, después del funeral de su padre. Le hizo guardar un sentimiento que ningún niño debería guardar en su corazón.

Muchas cosas cambiaron en el palacio Kim desde la muerte del padre de Seokjin. El antiguo rey, su abuelo, tenía únicamente dos hijos y ahora que el primogénito había fallecido solo le quedaba una opción o, más bien, un hijo.

El antiguo rey y abuelo del príncipe Seokjin ordenó que su madre y él abandonaran el palacio, decidió que se irían muy lejos y esperaba no volver a verlos por los años que le quedaban de vida.

El antiguo rey nunca fue un hombre muy cariñoso ni con su esposa ni con sus hijos. Sin embargo, su primogénito, el padre de Seokjin siempre se había caracterizado por ser un hombre lleno de bondad y amor para con su familia y su reino. 

El niñito que había nacido para ser rey siempre fue alegre, bastante feliz y querido por su padre. Creció en el palacio a lado de su pequeño primo Kim Taehyung, quien solo era un príncipe, así sin más. Lo podía notar cuando alguien se dirigía a él solamente por el tratamiento de Su Alteza.

Aunque después de lo ocurrido, los cachorros, que todavía ni siquiera se presentaban, tuvieron que vivir cambios dolorosos en sus vidas. Cambios que los marcarían de por vida y no solo de manera individual, sino que a partir de ese momento una relación parecida a una hermandad sería quebrantada.

El pequeño príncipe Taehyung observó como su padre fue coronado como el nuevo rey. No entendió realmente porque pasaba eso, él no había sido educado para conocer el protocolo; pero el día de la coronación observó a su primo mayor llorar cuando tuvo que entregar su corona a él.

Ambos cachorros habían crecido como hermanos, jugaban juntos y el pequeño Taehyung era todo lo contrario a su primo.

Definitivamente Seokjin había nacido para ser rey, porque tenía el aura de un monarca.

El pequeño aún recordaba cómo su padre le obsequió la pequeña corona de oro y diamantes,  en su quinto cumpleaños, que casi siempre llevaba en la cabeza; una corona que había estado guardando para él y que había pasado por la cabeza de muchos reyes cuando niños.

Su padre le sonrió y le besó la frente "Tu serás la esperanza de esta nación algún día, Seokjinie" le había dicho con ternura; pero después de su muerte, todo se esfumó cuando el abuelo le ordenó cederle su posesión más preciada a su primo Taehyung.

Un esposo para el príncipeWhere stories live. Discover now