Capítulo. 13

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En un hilito.

Después de almorzar, los héroes y los hermanos Zemo se dirigieron al último lugar donde Karli Morgenthau estuvo refugiada junto a sus compañeros y varias familias desplazadas. El nuevo hogar de aquellas persona fue un sitio prósperos años atrás pero, ahora estaba completamente destruidos por el descuido de sus habitantes, cosa que notó Helmut.

Por otro lado, la tensión entre Barnes y la Vizcondesa era más palpable con el pasar de los minutos. Sam a pesar de las distracciones causadas por los acontecimientos de toda esa semana, puedo notar el deseo mutuo de la rubia y el castaño, y haciendo uso de su encantadora personalidad molestó a James con miradas furtivas y picarescas para sacarlo de quicio un poco.

—Da mucha pena este lugar.— Habló Barón una vez ya dentro de refugio mientras observaba la estructura decaída del sitio. —Cuando era niño, veníamos a cenar aquí y a unas fiestas fabulosas. No sabía nada de política en la época por supuesto pero, recuerdo que era hermoso.— Comentó.

Constanza soltó una pequeña risa. —Mi infancia la viví en Japón y me enseñaban a envenenar personas. Que loco, ¿no?— Comentó con cierta ironía mirando el techo de aquella especia de casa hogar.

Sam divisó unas escaleras en el costado de la torre más alta del lugar y decidió ir por ella para encontrar pistas de Karli. —Echaré un vistazo arriba, tú fíjate si puedes hallar algo por aquí y por favor,vigila a esos dos.— Le pidió el moreno a Barnes antes de irse.

—¡No te estorbaremos!— Le avisó el sokoviano al hombre con brazo metálico.

—Habla por ti, Helmut.— Connie comentó, captando con sus bellos ojos verdes la figura del castaño de ojos azules y cien años de vida. —¿No has pensado en ser modelo?—

—No.— Contestó simple Barnes, tratando de no mirarla.

—Si no te funciona lo de ser héroe, deberías intentarlo. No estás nada mal.— Coqueteó la rubia, posando su barbilla sobre uno de los hombros del soldado.

James no pudo evitar sonreía un poco por el halago y la acción de la muchacha. —Deja de hablar.— Susurró mirando de reojo el rostro sobre su hombro derecho.

—Si, mi Sargento Barnes.— Contestó con el mismo tono la rubia, pasando sus brazos con mucho disimulo sobre la cintura de Barnes, el cual disfrutó bastante aquel pequeño abrazo. Ninguno de los dos pudo entender el palito acelerado de sus corazones al estar tan cerca del otro.

Por otro lado, Sam continuaba buscando por los pasillos del refugio información sobre Donya pero, era completamente ignorado por las personas del sitio. Intentó nuevamente encontrar algo con otras personas. —Oye, niño... Disculpa, ¿oíste hablar de Donya Madani? ¿No?— No obtuvo respuesta, así que acudió con unas mujeres que también lo dejaron hablando solo. —Disculpa, no.— Entendió en ese mismo instante que los refugiados protegían a la pelirroja.

Un chico con aires de profesor, practicaba con los niños las manualidades mientras les ensañaba el nombre de los crayones y solo él se atrevió a mantenerle la mirada al vengador.

—Disculpa. ¿Conoces a una mujer llamada Donya Madani? Era una refugiada aquí.— Preguntó Sam, ganándose una mirada de desprecio.

—No somos refugiados porque no buscamos resguardo de nada. Somos desplazados internacionalmente y si sirve de algo, no confiamos en extraños.— Dijo él.

—No, entiendo. No soy de aquí pero, ayudé a mucha gente.— Explicó Wilson, tratando de mantener una conversación pasiva.

—Sé que pasa cuando la gente dice que nos ayudará. Nada. El CRG prometió enviar más profesores, suministros y eso fue hace seis meses.— Informó el chico.

I WANNA BE YOURS • Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora