Capítulo. 14

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Sargento Barnes.

Las noche invadió las calles de Riga, permitiendo que los pequeños animales nocturnos iniciaron un canto armonioso bajo la luz de la hermosa luna. El silencio que recorría las calles de la ciudad demostraba el profundo sueño en el que sus habitantes estaban sumidos, sin embargo, no todos habían sido hechizados por la magia de Morfeo en esa ocasión.

Constanza se encontraba en la cocina, sentada en una de los taburetes de la barra, esperando que un poco de agua se calentara lo suficiente para hacerse un té relajante. Las pesadillas de su pasado la perseguían como un león a su presa causándole tanto insomnio que ninguna pastillas o alguna otra droga similar la hacia dormir. Su cuerpo estaba cubierto por una bata de satín negro y tirantes que le cubría lo suficiente para no estar desnuda.

Por otra parte, Barnes casualmente pasaba por la misma situación que la rubia. Una vez más, la pesadilla dónde asesinaba al hijo de su buen amigo Yori hizo estragos en su cabeza y alejó el poco sueño que logró alcanzar. El castaño decidió buscar un vaso de agua en la cocina y quedarse allí un rato para pensar pero, al llegar, se encontró con la mujer misteriosa de labios rojos de espaldas a él. La detalló con sus bellos ojos zafiros y notó como la cabeza de un dragón japonés se asomaba por el escote trasero de la bata que ella usaba esa noche, supuso que era parte de un tatuaje.

—Buenas noches, Sargento.— Saludó  Connie con esa voz armoniosa que la caracterizaba, a la vez que giraba su cuerpo sobre el taburete para verlo. Lo detalló y notó que el hombre tenía una camiseta blanca, con unos pantalones de chandal negro.

Bucky realizó una inclinación muy parecida a la de una reverencia. —Buenas noches, Vizcondesa.— Correspondió el saludo, notando como una sonrisa se formaba en los labios de la mujer que aún sin labial en ellos, se veía rojos.

—Noté que las pesadillas tampoco lo han dejado dormir está noche.—  Habló dulcemente la chica Zemo, bajando del taburete y caminando hasta la estufa. —¿Quiere una tasa de té para aliviarse?— Preguntó ahora, apagando la estufa y tomando la tetera para añadir su contenido en una tasa de porcelana victoria.

—Sí, por favor.— Contestó James, acercándose a uno de los taburetes para sentarse en él. Su mirada estaba algo perdida en la penumbra del lugar. Pensaba en sus manos actos, se culpaba aún por lo que siempre estuvo fuera de su control.

—Al perturbarse de esa manera, nunca alcanzará la paz que tanto busca, Sargento Barnes.— Comentó la rubia con la voz hecha un susurro, justo después deslizó una de las tasas sobre la encimera para hacerla llegar al hombre con brazo metálico.

—Gracias.— Dijo Bucky tomando la taza entre sus manos. — Y por favor, deja de hablar así. Puede que sea un anciano pero, no necesito tanto respeto de tu parte.— Pidió con una ligera sonrisa.

Constanza no pudo evitar reírse por el comentario, arrugando su nariz en el proceso. —Está bien, James. ¿Así está mejor?—

El ex-soldado asintió contento por la nueva manera en la que la chica lo llamaba, puesto que la otra causaba otro tipo de sensaciones en él. —Mucho mejor.— Contestó, bebiendo algo de té. —¿Te perturban las muertes que has casado?—

Connie movió su cabeza en afirmación, dándole un sorbo a su té antes de responder con palabras. —Todos los días.—

—Por qué sigues asesinando entonces?— Preguntó Bucky, con la curiosidad a flor de piel.

Él quería conocerla más, saber sus miedos y sus pasiones, estaba interesado en ella más allá de la tensión sexual que se formaba entre ambos, Y Constanza deseaba lo mismo que él.

I WANNA BE YOURS • Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora