Capítulo. 25

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La cita.

Bucky caminaba por los pasillos del edificio donde vivía su buen amigo Yori, dispuesto a contarle la verdad sobre su hijo, al llegar y estar frente a la puerta, soltó un hondo suspiro antes de llamar por ella.

El señor Nakajima abrió la puerta rápidamente, sorprendiéndose por la presencia del soldado. —¡Hey! ¿Qué estás haciendo aquí? Es tarde, pasa, antes de que alguien llame a la policía.— Dijo el anciano haciéndolo entrar en su casa y observando con paranoia los pasillos, cerró la puerta después. —¿Qué estás haciendo aquí? No es miércoles.—

Bucky observó el pequeño altar que Yori  armó con la foto de su ser más querido. —Yo... Tengo algo que confesar sobre tu hijo.— Tomó asiento y descubrió su mano metálica. —Fue asesinado.—

—¿Qué?— Yori preguntó confundido, sin entender porqué él le dices aquello.

—Fue el Soldado del Invierno... Y yo era ese sujeto.— Con dificultad, admitió su verdad, sintiéndose un poco mejor luego.

Nakajima lo miró con asombro, dispuesto a preguntar algo más. —¿Por qué?—

Bucky conectó su mirada azulada llenas de lágrimas de tristeza con la del anciano. —Nunca tuve elección.—

Luego de esa confesión y de soltar sus lágrimas, se despidieron. Ambos sentían alivio en sus corazones, ya que por fin las preguntas estaban aclaradas y los demonios atormentaban menos.

Por otra parte y al día siguiente, la Doctora Raynor, terapeuta del soldado,  encontró en su consultorio un regalo. Dentro de aquella bolsa de regalo, se guardaba la libreta de James con los nombres que el mismo escribo completamente tachados y una nota:

"Completé la libreta. Gracias por su ayuda, doc".

Como último regalo para el mismo, Bucky observaba a través del vidrio del restaurante donde antes asistía con su amigo Yori, a quien vió almorzando con la chica de la terrible cita. Debía ir a casa de la familia Wilson, debido a que lo invitaron a un almuerzo pero, antes de eso quemó el libro rojo del Soldado del Invierno, cerrando por fin aquel ciclo.

Más tarde, los Wilson y sus conocidos preparaban una parrillada. Algunas mujeres se tomaban fotos con el Capitán América y los hombres se bebían algunas  unas cervezas para acompañar la carne.

Bucky fue el encargado de llevar el postre y al llegar, los hijos de Sarah fueron los primeros en saludarlo y simularon una pelea contra el soldado. Saludó a todos, en especial a Sam y se dedicó a disfrutar de aquel bien momento. Wilson y Barnes terminaron en el borde del muelle, admirando la belleza del atardecer sobre el mar y cuando decidieron volver a la celebración, el teléfono del ojiazul vibró en su bolsillo. El moreno se quedó junto a él, viendo cómo contestaba la llamada.

—Buenas tardes, Sargento Barnes.— Saludó Constanza a través de la línea.

James no pudo ocultar su emoción. Los ojos le brillaron, una gran sonrisa decoraba sus labios carmesí.  —Hola, Connie.—

Sam abrió los ojos con demasía y no pudo evitar hacer un baile ridículo. —¡Pon el altavoz!— Gritó.

Bucky lo empujó con una de sus manos para alejarlo y tener su privacidad. Gracias al cielo, Sarah se acercó a ellos y tomó a su hermano por los brazos para llevárselo ya que lo necesitaban.

I WANNA BE YOURS • Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora