Capítulo. 29

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Una amistad nada convencional.

—¿Estás bien, Sarah?— Preguntó Belova con extrañeza en su voz.

Hace bastante tiempo, varios años realmente, Connie y Yelena no establecían contacto telefónico. Existía un acuerdo mutuo para proteger sus vidas, estar juntas les acarreaba muchísimos enemigos.

—Te enviaré unas coordenadas. Necesito verte.— Constanza no se tardó mucho en explicar el porqué de su llamado, simplemente colgó después de sus últimas dos palabras.

La espía resopló con fastidio y sin emitir sonido, repitió las palabras de su compañera. —Luego se queja cuando le rompo la nariz.— Murmuró.

Paró su rutina de ejercicio y caminó a su habitación con el fin de preparar un bolso de viaje con un par de armas y un nuevo traje de Black Widow que por si misma confeccionó. Después de eso, se dirigió al lugar indicado por las coordenadas que les fueron enviadas por una línea segura.

Por otra parte, Constanza se daba un baño de agua helada en una de las habitaciones en la Casa Wilson. Frotaba sus piel con delicadeza para enjuagar su propia sangre, a la vez que la veía fluir por el suelo hasta irse por el agujero en el oído directo a las cañerías. Suspiró algo cansada por tanto ajetreo en su vida, deseaba tener uno buenos años llenos de paz.

Barnes se tomó el atrevimiento de entrar a la ducha tras la chica y pasar sus manos por su cintura, acariciando la piel con sus pulgares. Tomó entre su mano uno de los envases de shampoo sobre las estanterías de la esquina y vertió su contenido en su otra palma, con el mismo cariño de siempre, lavó aquel cabello dorado.

—Pensé que me golpearías.— Susurró, masajeando con sus yemas el cuero cabelludo. No había necesidad de hablar más fuerte, con el eco del baño era suficiente.

Constanza tenía los ojos cerrados y disfrutaba de los mimos que le ofrecían. —Ya reconozco tus pasos.—

—¿Te puedo preguntar algo?— James tomó a la chica por los hombros y le dió vuelta para dejarla frente a él con el fin de enjuagarle el cabello.

—Bueno, ya preguntaste.— Se burló, girando ligeramente su cabeza para verlo. —Pero, está bien, hazla.—

Barnes acarició la espalda de la mujer, justo sobre su dragón rojo, casi sintiendo las escamas del animal mitico. —El tatuaje, ¿por qué te lo hiciste?—

—Durante mi entrenamiento, conocí a una maestra china. Ella era una de las mejores mujeres en aquel convento japonés.— Explicaba la rubia sintiendo de nuevo masajes en su cráneo.

—¿No sé supone que China y Japón no se llevan bien?— Preguntó confundido, bajando sus manos a los hombros de ella para hacerle un masaje.

—Ella decía que la guerra fue creada por los hombres y las mujeres que se unieran a ella, eran igual de estúpidas.— Comentó, pudiendo sentir como su acompañante sonreía un poco. —Ella me decía que yo era como un Dragón Chino Rojo por mi temperamento fuerte, mi fuerza para luchar. Decía que tenía fuego en mi corazón.—

—Y tu tatuaje representa cada palabra que te mencionó.— Terminó el relato.

Al terminar de ducharse, ambos tomaron ropa limpia para vestirse y un poco de café. Seguidamente, Constanza llevó a Sam y Bucky junto a ella hacia otra ciudad. A mitad del camino, la muchacha detuvo el vehículo frente a un sitio de descanso y luego de estar fuera del auto, caminaron hacia las mesas disponibles fuera del lugar.

—¿Qué hacemos aquí?— Preguntó el moreno, caminando tras los súpersoldados. Aliviado por estirar las piernas después de un largo camino.

Bucky tomó asiento en una de las mesas y apoyó sus manos sobre la madera. —Seguramente, ella se encontrará con alguien.— Le susurró, viéndolo sentarse.

I WANNA BE YOURS • Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora