VII

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Izuku y su madre llegaron a casa. El niño no dijo nada y se fue directo a su habitación a descansar. Quería dormir, y ya no ir a la escuela nunca más. No quería salir, no quería ver a nadie. A excepción de Katsuki, solo a él le aceptaría todo. Sólo él, sólo ese omega.

Quiso rehusarse a ser un alfa, no entendía bien porque debía alejarse de Katsuki después que había hecho amistad con él, era absurdo. Bajo su curiosidad y deseo de saber las razones conflictivas que no le permitía estar con Katsuki, decidió investigar.

Primero decidió leer algunos libros que estaban guardados en uno de sus estantes. Si bien, los leía a la hora de estudiar nunca se había tomado la molestia de hacerlo detenidamente. Se sentó en su cama y prosiguió a leer e investigar todo tipo de información referente a alfa y omega, y el porqué no debían estar juntos.






























































Katsuki había despertado hace media hora y estaba acostado aún en su cama, pensando en varias cosas. La principal era aquel niño fastidioso. Llevaba aproximadamente tres días y dos noches pensando en él, como si inconscientemente le llamara. El rubio no se sentía cómodo con eso, pues, no era para nada normal estar pensando en un cachorro.

¿Y si su omega interior quería tener hijos? Negó rápidamente. Él ni siquiera se había fijado en un alfa para estar pensando en cachorros, además era demasiado joven para eso. Volvió que negar. Tampoco era como si quisiera tenerlos. Siguió pensando y divagando en todas las posibilidades. No encontraba razón lógica, y dejando su orgullo de lado fue a donde su madre a preguntar su situación.

Mitsuki se encontraba en la cocina preparando katsudon. El rubio llegó a paso lento, y se quedó parado delante de su madre, esperando a que la alfa terminara de preparar la comida. La rubia notó inmediatamente la incomodidad en su hijo, y le pidió que se sentara en la silla del comedor.

- ¿Algún problema?

- ¿Que significa cuando pienso mucho en algo o alguien?- preguntó directamente el rubio.

- Oh, con qué ese "algo" no te deja dormir. - exclamó la rubia divertida.- .. bien, mocoso.. significa que lo extrañas o necesitas..

- Imposible.

- ¿Qué te tiene tan mal?. - volvió a preguntar la adulta, interesada en el tema.

- No te importa. Además, tampoco dije que se trataba de mí, vieja.

- Y yo soy una omega.

- ¿Qué dijiste?

- No te importa.- respondió la rubia riéndose de su hijo. Era algo de todos los días.

Katsuki enojado, subió nuevamente a su habitación. No extrañaba a ningún brócoli con patas ni muchos menos un niño mimado. Ni muerto lo haría.

- Entonces.. ¿realmente existen ese tipo de conexiones y lazos?- se preguntó Mitsuki al aire. Ella no tenía destinado, pero Masaru lo fue siempre para ella. Aún así, odiaba el destino. Odiaba que obligase a personas a estar juntas sin tener tiempo de reaccionar, ni de amar. Más que un anhelo de estar con quien amas, se trataba de un simple compromiso obligatorio con el que debías cumplir. Eso era aterrador.

La alfa suspiró sonoramente. Necesitaba hablar con su amiga, y su hijo. Ella sí quería que ambos chicos entablaran más amistad y compartieran más tiempo juntos y quizás así, lograr un pronto enamoramiento entre ellos y algo de sentimientos recíprocos. No quería ver a dos destinados odiarse mutuamente, como había estado ocurriendo desde siempre. Todo por culpa del destino y sus caprichos.

(...)

Inko por su parte, estaba en la cocina preparando cena para ella y su pequeño hijo, quien triste se sentó en el lugar a esperar. La joven mujer le veía con cierto dolor, no era para nada sano lo que le estaba haciendo a su hijo pero sabía que era por un bien mayor.

- Aquí está la cena, Izuku.. - sonrió gentilmente mientras dejaba un plato encima de la mesa con suavidad.

- Gracias má... - sólo se escuchó un murmullo casi inaudible por parte del cachorro.

Después de comer, el peliverde subió hasta su habitación rápidamente.

MI PEQUEÑO ALFA. [DEKUBAKU]Where stories live. Discover now