XV

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Inko apenas abría los ojos y tan rápido como pudo intentó recomponerse. Definitivamente lo había intentado pero los brazos de una persona la tenían amarrada y sin duda, entró en pánico por unos segundos hasta que sus partes húmedas y el calor que sentía le recordaban a su celo; sí. ¿Pero quién demonios la abrazaba?

Y como una bofetada directo a su mejilla le llegaron todos los recuerdos con aquella alfa y no tenía dudas en que estaba tan avergonzada como caliente. Se giró con cuidado para mirarla de frente y sí, esa mujer era una de las más lindas que había visto y también de las más feroces. Pacientemente y con delicadeza tocaba la cara de la alfa para proseguir a despertarla, si bien no quería que se fuera tampoco podía permanecer más tiempo con ella. Era una alfa comprometida, una mujer prohibida.

— Mi-Mitsuki-san.. despierte, p-por favor.. — pedía susurrante con cautela para no asustar a la mayor en sueños, y también porque internamente se negaba a dejarla a ir. Era conflictivo para Inko.

Al cabo de un rato, la durmiente despertó y con ella su malhumor llegó. Miraba con el entrecejo fruncido a más no poder aún sin poder encajar la vista en algo conocido.. Hasta que vio a Inko sentada a un lado de ella, sin ropa y nerviosa. Mitsuki quedó de piedra por unos segundos sin saber que hacer o que decir. Intentó hablar pero la omega se adelantó.

— I-Inko, y-yo.. ah.. pensé.. — su cara era de auténtica sorpresa y arrepentimiento, y la menor entendió.

— Está bien, puedes irte. Nuestros hijos te están esperando. — Inko sonrió compresiva y agradecida de haberla ayudado en su celo, no había porque arrepentirse ahora. ¿Verdad?

Mitsuki asintió rápidamente mientras se vestía a la velocidad de la luz y tomaba sus llaves, antes de salir se despidió de la omega y pidió perdón mientras se inclinaba. La peliverde solo sonrió y le pidió que fuera en paz, ya no había nada de que culparse. Sin más, tomó sus prendas y fue a tomar una ducha caliente para lavarse el cuerpo.


Mitsuki era un huracán de emociones, sentimientos y pensamientos. Primero, había sido infiel al alfa más dedicado que había conocido. Segundo, se había aprovechado de una omega en celo. Tercero... bueno, le había gustado estar con Inko y eso era lo más abominable de todo. Suspiró tantas veces pudo y se mordió el labio inferior hasta sangrar.

Tenía miedo, estaba nerviosa y estancada. Definitivamente, no merecía  ser llamada por su nombre. No lo valía.

Llegó a su hogar, y lo primero que hizo fue vigilar la sala para ver si estaba Izuku por ahí y así pasar desapercibida por todo el lugar pero para su buena o mala suerte, no lo vio. Caminó despacio por los alrededores y sintió la esencia de su hijo, sí, y no le preocupó en lo absoluto hasta que notó que ésta estaba mezclada con la de un cachorro, que en efecto, era Izuku.

Corrió un poco sorprendida hasta el lugar del incidente, y los vio a los dos abrazados en el suelo, dormidos y al parecer, sin indicios de querer despertar. No quería incomodar allí, así que los dejó tal cual como los vio y corrió hacía el baño del cuarto de invitados para ducharse. No sé arriesgaría a entrar a su habitación y la de su esposo oliendo a otra mujer, y omega.

Después de limpiar el ambiente y desechar todo tipo de feromonas que la delataran, fue de nuevo al lugar donde se encontraban los dos chicos aún durmiendo pero esta vez sí tendría que separarlos sí o sí porque sabía que su hijo "mágicamente" había entrado en celo, y temía pensar que eso le dio entrada también al celo de Izuku. Y dos chicos hormonales en su casa, siendo alfa y omega no era para nada divertido. Al menos, para ella no.

Con cuidado se agachó a la altura de ambos, y con rapidez intentó sacar a Izuku de los brazos de su hijo, sin aclarar que el menor también estaba aferrado al omega. Gesto que a los ojos de Mitsuki era muy tierno pero tan pronto como pudo lo sacó de allí para llevarlo a una habitación para dormir. Cuando estuvo a punto de llevarlo escuchó un clarísimo gruñido de advertencia por parte de... Izuku.

No había necesidad de ser tan tonto para no entender lo que estaba sucediendo. Era clarísimo que el niño no quería alejarse de Kacchan; y aunque estuviera dormido Mitsuki suponía que se debía al cambio drástico de temperaturas corporales. Suspiró sonoramente y sin derrochar más el tiempo sacó al peliverde de ahí.

Por su lado, Katsuki también sintió el cambio de temperatura en su cuerpo y comenzó a despertar debido a la incomodidad que esto le presentaba. Miraba desorientado el lugar donde estaba y también buscaba su única fuente de calidez en esos momentos, claramente no se encontraba y con rabia se levantó del suelo. ¿Quién había osado quitarle algo suyo?

Aún inconsciente, caminaba hasta donde estaba su cuarto y a unos pasos más venía su madre con una sonrisa en el rostro que no le hizo más que crisparse en su lugar. La señora parecía muy feliz y muy internamente en el raciocinio del rubio se le hacía perturbador hasta cierto punto esa sonrisa tan "especial".

— Katsuki, si andas buscando a Izuku-kun.. déjame decirte que está restringido por el momento. — aclaró de una vez la rubia con un deje de gracia. Aún no entendía como su hijo podía ser tan predecible y a la vez tan orgulloso para admitirlo.

— ¡¿Hah?! ¡No me importa! — gritó como último recurso para luego encerrarse en su cuarto y azotar la puerta con fuerza. Sintió nuevamente ese dolor sofocante queriendo matarlo lentamente, y cerró los ojos para intentar dormir o desmayarse por el dolor, las dos opciones le parecían excelentes.

MI PEQUEÑO ALFA. [DEKUBAKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora