IX

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Mitsuki estaba sentada en el sofá de la sala, pensando en la trágica noticia que le acababa de decir su amiga. Izuku estaba enfermo. La adulta aún con las ganas de salir y que los dos niños se vieran, decidió ir igual a la casa de la peliverde con su hijo. Necesitaba hacerlo.

Después de pelear y gritarle miles de insultos a su hijo, el joven aceptó ir con su madre a la casa de los Midoriya. Tomaron un taxi, y en menos de treinta minutos ya estaban al frente de la puerta esperando ser abierta por la amable peliverde.

— Oh, Mitsuki-san, Katsuki-kun.. Lamento mucho lo de hoy, pero Izuku se está sintiendo muy mal.. Le he dado algunas vitaminas pero no tengo idea de lo que pueda ser.— explicaba Inko mientras los invitaba a sentarse en su sala, y servía té de manzanilla.

— Deberías ir a verlo, hijo. — propuso Mitsuki a su hijo, quien enojado la miró con cierto desdén.

— No necesito ir a verlo. ¿Y si también me enfermo?

— Yo te cuidaré junto a Izuku, así que ve. — volvió a ordenar su madre mientras sonreía falsamente.

Katsuki se levantó del sofá, y a paso lento y firme caminó hasta las escaleras para empezar a ascender hacía la habitación del niño peliverde. Al llegar a lo que suponía que era su habitación, tocó tres veces seguida que bastaron para que Izuku saliera disparado como una bala a correr a donde estaba él rubio, y como un conejo saltó hasta él para abrazarlo. Katsuki no se movió ni un centímetro del lugar donde estaba, se encontraba en shock.

— Oi, niño.. bájate ya..

— ¡¡Kacchan!! Te extrañé mucho. — dijo feliz el niño mientras se restregaba del cuello del joven rubio.

— Sí, ahora baja. Joder, baja ya.. — no quería gritar, pero su paciencia se estaba colmando.

— Entra, Kacchan.. — ofreció Izuku mientras sonreía. Tenía los ojos y mejillas rojas, mientras que unas minúsculas bolsas oscuras se formaban abajo de sus ojos.

— ¿Qué demonios te tiene tan mal?

— Extrañaba a Kacchan..

— Joder.— se golpeó la cara con la mano abierta mientras intentaba no insultar a el menor. — .. me refiero a tu salud..

— Bueno, como extrañaba a Kacchan me sentía mal.. pero ya que está aquí, he mejorado.. — explicó risueño, sonriendo grande mientras miraba fijamente a el rubio.

— ¿Soy médico, ahora?

Izuku asintió, Katsuki sintió unas ganas horribles de reír pero se contuvo. Sin darle más bola al asunto, el rubio se limitó a mirar a Izuku. Veía que el niño cada vez más crecía, y su tonta cara de "bebé" no se iba, también se burló mentalmente de eso.

— Kacchan.. tengo que contarte algo..

— Habla..

— Ya fui al médico a hacerme los exámenes y pruebas para saber mi segundo género.. — expresó triste, sin mucho ánimo. Katsuki se sintió incómodo ante eso, pero no le prestó tanta atención.

— ¿Y qué con eso?.— preguntó intrigado el mayor.

— Bueno, porque yo soy-

— ¡KATSUKIIII! ¡IZUUUUKUUU! ¡BAAAJEEEEN! — gritaba Mitsuki a todo pulmón esperando ser oída.

Izuku se bajó de la cama, y rápidamente fue a buscar un suéter para abrigarse. Katsuki solo chasqueó la lengua, y se fue del cuarto junto a Izuku. Al llegar a la sala los bajos ánimos del pecoso se esfumaron y una espléndida sonrisa se posó en sus labios.

— ¡Tía Mitsuki! — saludó contento Izuku mientras la abrazaba.

— Veo que la presencia de Katsuki te hizo bastante bien.— observó la rubia divertida mientras veía a Inko y a Katsuki sonriente.

Todos se sentaron en la mesa, mientras que Inko servía torta fría para comer. Era una sobremesa pero es que la verdad, ya todos habían cenado a su respectiva hora y momento.

— Hijo, veo que estás mejor.. ¡Estoy muy contenta por eso! — la pequeña mujer acarició con parsimonia los cabellos de su hijo.

— Fue Kacchan, mamá. — respondió inocentemente Izuku mientras comía una pequeña porción de pastel.

Inko sonrió incómoda mientras veía a Katsuki, quién ya empezaba a sentir la esencia amarga de una omega, probablemente, muy enojada y celosa.

— Katsuki. Vas a tener que venir más seguido a ver a Izuku-kun. ¿Verdad? — decía la rubia entusiasta ajena a la clara guerra que Inko le declaraba a su hijo en su presencia. Mitsuki solo pensaba internamente en los dos chicos para que tuvieran más confianza entre ellos y quizás, formarse una amistad.

— ¡SÍ! — gritó Izuku emocionado.— Kacchan puede venir cuando él quiera aquí a casa. ¿Verdad, mamá? — el peliverde miraba a su madre con una sonrisa pero esperando alguna reacción negativa por parte de ella, pues, sabía que su madre no lo quería más cerca de aquel rubio.

— Todo depende si Katsuki-chan quiere venir, hijo. — le respondió amablemente la mujer peliverde.

— ¡Claro que querrá! — le respondió la rubia a su colega.

— ¡No puedes obligarlo a venir! — exclamó la mujer más bajita horrorizada fingiendo preocupación.

— A Katsuki nunca se le ha obligado nada. Él termina cediendo porque desde el comienzo siempre quiso que así fueran las cosas.

— Entonces, si un alfa lo somete sería por voluntad misma de él. — le recriminó Inko.— ¡Así no son las cosas!

— No estamos hablando de cualquier alfa. — dijo Mitsuki relajada con sus ojos más brillosos mientras sonreía. Inko se quedó quieta mientras veía con miedo a su colega, sintió unas ganas horribles de vomitar pero se contuvo, y permaneció en su asiento mientras se rendía y evitaba la conversación anterior.

Katsuki miraba en silencio el ambiente tan tenso que se formaba a la hora de hablar sobre él y aquel niño, no entendía porque todo parecía ser menos agradable que antes. Izuku miraba al joven omega comer tranquilamente, y eso le regocijaba tanto que sonreía encantado.

Inko prosiguió comiendo su pedazo de postre, mientras que Mitsuki revisaba algunos mensajes en su celular. El rubio al terminar de comer, se levantó y fue hasta el lavadero de platos. Poco después Izuku fue tras él.



























MITSUKI SABE COSAS

MI PEQUEÑO ALFA. [DEKUBAKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora